
ENRIQUE GARRIDO
El placer, ya sea emocional, espiritual y/o físico es un motor para hacer y experimentar cosas nuevas. Para Aristóteles, el placer deriva de una actividad bien hecha, pues, de acuerdo con el griego, sentimos placer cuando lo que hacemos nos sale bien; por otro lado, los empiristas decían que se podía medir, pues es cuantificable por tratarse de una sensación del cuerpo que puede estar localizada o no, la cual se relaciona con los objetos. Lo que nos lleva a Jeremy Bentham, quien planteó cinco variables para determinar el placer total producido por una experiencia: la primera es la intensidad; la segunda, la duración; la tercera, la posibilidad de generar otros placeres; la cuarta, la ausencia de dolor; y la quinta, la extensión del placer.
Para Groucho Marx, “no vale la pena hacer nada que no puedas hacer en la cama”, pero, ¿qué se puede hacer en la cama? La verdad casi todas las actividades que no impliquen traslado, a saber, en la cama se puede leer, escribir una columna, comer, cantar, ver series o escuchar un podcast. Debo confesar que mi sueño siempre fue esa cama gigante con movimiento que se veía en el video de We Are Alive de Paul van Dyk donde cabían muchas personas. Por ello, resulta lamentable que en la sociedad sus usos aceptables se reduzcan a dos actividades: hacer el amor y dormir. La primera nos invita a entrar, con la segunda, odiamos salir.
Uno de mis principales placeres culposos es permanecer en cama por más tiempo en las mañanas. Frente a la jornada laboral, la condena es inminente, pero en los días de descanso se peca de pereza, ¿por qué? Mi filósofo favorito, Homero…Simpson equiparaba el permanecer en la cama con ser un pastelito horneado de canela. Dicha frase pertenece al episodio denominado Homero hereje, donde además compara el momento de levantarse con el trauma del nacimiento. ¿Permanecer en la cama más tiempo en un día de descanso es malo? Bajo el sistema capitalista, donde el tiempo es dinero, quedarse en cama es revolucionario. ¿Al que madruga Dios lo ayuda? No lo sé, pero debemos admitir que levantase temprano está relacionado con la noción de producir, de “aprovechar el día”, o como le digan en el curso de Coaching de moda (como esa cosa llamada El Club de las 5 de la mañana).
Así como levantarse tarde resulta conflictivo, también lo es no tender la cama de manera constante. Mi padre, que tuvo experiencia militar, me contaba que debían levantarse a las seis de la mañana y extender sus sábanas hasta que una moneda rebotara. Dicha rutina me recuerda a aquella frase del poeta William Carlos Williams donde afirma que existen “mentes como camas siempre tendidas”, lo cual alude a un orden y disciplina en la forma de tomar decisiones. Por otro lado, uno de mis mejores amigos, y mentor en la literatura, nunca tendía su cama, pues para él era como dormir en una cama diferente, una cama poética que se reinventa día a día. Se trata del orden frente a la creatividad, lo rutinario ante lo diferente.
Al final el pecado recae en la falta de productividad. No hacer algo es perder el tiempo. Gracias a la tecnología, hoy tenemos mayores oportunidades para producir en nuestros ratos libres, pero ¿debemos tomarlas? En el episodio, una mañana de pereza lleva a Homero a tener una experiencia mística y a hablar con Dios en sus sueños. Quizá es lo que necesitamos, no madrugar para que nos ayude, sino buscar hablar con él en el infinito edén de la ociosidad.