ANA RODRÍGUEZ MANCHA
La temporada invernal no solo es época de compartir con la familia, también es tiempo de descanso, de relajación y desconexión del bullicio diario del trabajo y la escuela, para convertirse en el escenario idóneo y el hábitat perfecto para la presencia de enfermedades respiratorias. Nuestro organismo, como maquina perfecta, detecta micro cambios en el estilo de vida, estudia cuidadosamente el ambiente que nos rodea, adaptándolo a las circunstancias y manifiesta las emociones, producto de la liberación de sustancias químicas en el cerebro, traduciéndolas en molestias y dolores corporales localizados.
La nariz forma parte de la estructura del sistema respiratorio, está compuesta por dos fosas nasales, recubiertas de vellos, que ayudan a la limpieza del aire, estos carabineros especializados atrapan el polvo, los microorganismos y estructuras inmersas en el ambiente contaminado, las fosas se dividen por el tabique que regula el flujo ingresado y en su interior se encuentran tres estructuras compuestas de hueso compacto recubiertas de una mucosa nasal, llamadas cornetes nasales, que humidifican y calientan el aire inspirado, para viajar por el trayecto bronquial, los bronquiolos y por último los alvéolos, quienes son los encargados del intercambio de oxigeno por dióxido de carbono.
La mucosa nasal, localizada en los cornetes y el tabique nasal, es la principal responsable del mecanismo de regulación denominado “ciclo nasal”, proceso de congestión y descongestión que de manera normal, evita la obstrucción nasal. Este proceso puede durar de 3 a 6 horas, se producen aproximadamente un litro y medio de moco que se distribuye entre la nariz y la garganta en forma de moco y flema. El moco es una sustancia viscosa compuesto de agua, sales y otras sustancias que permite atrapar y encapsular los gérmenes que previamente los vellos nasales habían detectado. Todos producimos mocos en mayor o menor cantidad, la coloración transparente como la clara de huevo se considera normal, pero en condiciones especiales, al atacar el entorno del organismo con alérgenos (rinitis alérgica, asma), virus, bacterias u hongos (infección respiratoria aguda), que pueden producir una coloración del moco amarilla, verde, blanca, rosa, roja, café o negra y una consistencia espesa o seca, como método de defensa, aunque la coloración y el exceso pueden alertarnos como algo anormal, no siempre es sinónimo de infección. Acudir con los expertos te permitirá identificar el origen de la producción excesiva del moco, así como algunas estrategias para su disminución con medicamentos antihistamínicos y descongestionantes sistémicos o locales.
Algunas de las estrategias utilizadas son los lavados nasales, procedimiento donde se introduce agua salina por la nariz, con la ayuda de una jeringa de 20 mililitros, el paciente colocando en sentido horizontal, con la mirada hacia abajo, direcciona la jeringa hacia la parte de atrás de la nariz, e introducir el agua, no es necesario hacer presión, lo que se busca es lavar la nariz, el agua se puede regresar por la fosa nasal por donde entro o por la fosa contralateral, si no ocurre por la nariz, el flujo se desvía hacia la cavidad oral, lugar donde se puede deglutir o expulsar sin problema. En bebes o niños siempre supervisados por un adulto, utilizar una perilla para la extracción del moco puede ser de gran ayuda. El aumento de líquidos orales, el consumo de frutas y verduras ricas en vitamina C, como la guayaba, la naranja, la mandarina y el limón, ayudan al sistema inmunológico a combatir de manera natural el proceso de alergia o viral que se presente, pero si la producción de moco no se autolimita en un par de días y se acompaña de otros síntomas como fiebre, tos, dolor de garganta, dolor articular o dolor de cabeza, deberás acudir inmediatamente con tu médica o médico de familia, para la atención primaria, recordando siempre evitar en todo momento la automedicación.