PERLA YANET ROSALES MEDINA
Este artículo iba a tratar sobre la atmósfera. Como ya es casi un estilo propio, estos textos son, o al menos se pretende que sean, multidisciplinarios, mayormente literatura y datos científicos acompañados de alguna clase de experiencia personal de ésas que suelen llegar a la mente de manera casi involuntaria; diría Gaby «mucho gusto, es un trastorno».
Quería hablar de la atmósfera, porque recordé que hace unos años, leía Todas las cosmicomicas de Italo Calvino, específicamente uno de los cuentos trataba sobre la formación de la atmósfera a través de una impensable historia de amor; sin embargo, revisando la obra de Calvino, me encontré con un título más desbordante en acuerdo con mis intereses actuales, La nube de smog, que en palabras de la articulista Esther Peñas (quien escribe para la revista digital Ethic) es una distopía que está convirtiéndose, tristemente, en realidad.
Entre estas dos experiencias literarias, la de la creación, de la formación de la atmósfera, lo bello, lo que debería prevalecer y la otra, la de la destrucción, del imperio del gris, de la industrialización, estamos nosotros, la realidad, podríamos decirlo como en el texto sagrado del hinduísmo, el Bhagavad-Gita, Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos, nos estamos convirtiendo en la muerte, los destructores de mundos, somos la plaga; una plaga por definición afecta e invade al ser humano; sin embargo, la clase de plaga que somos nosotros rebasa incluso los bordes de nuestro planeta, somos la plaga que va a conquistar el universo.
No existe un punto inicial en la historia, en donde un ser espontáneamente se hizo humano; sin embargo, si me lo preguntan, diría que ese punto no es aquel donde el tracto vocal evolucionó, donde nos hicimos una especie bípeda, donde dejamos de tener vello cubriendo todo nuestro cuerpo, no diría que nos hicimos humanos cuando nuestra anatomía declaraba que estábamos listos para un lenguaje cada vez más complejo, para desarrollar herramientas y para ser seres sociales; diría que nos hicimos humanos cuando empezamos a utilizar la naturaleza en nuestro favor a costa de destruirla. Todos los recursos son agotables, sólo depende del tiempo.
A pesar que la historia de la humanidad que nos han contado ha sido la de las guerras, la de las conquistas, la de la explotación, de la esclavitud, de la actividad económica, recientemente esa historia se está convirtiendo en la historia de la contaminación, la de la escasez del agua, de la sequía, la historia del humo negro, me pregunto ¿por qué hasta ahora?
Y la respuesta no es una, ¿ya vieron los cerezos floreciendo en invierno? ¿Ya llegaron a 30ºC en febrero? ¿Ya empezaron a desarrollar fluorosis por el agua contaminada? Qué fortuna si dijeron que no a cualquiera de estas tres preguntas, no sé si ya estamos en el punto de no retorno, aparentemente sí, no estoy segura, sólo contamos con información que es deseable que conozcamos.
Pese a que Esther Peñas escribe lo peor del presente es el futuro, existen unas gotas de esperanza y positivismo que me invitan a creer que sí podemos reducir nuestra huella de carbono, que podemos ahorrar agua, ahorrar y generar electricidad limpia, mejorar el uso del suelo, cambiar nuestros hábitos de consumo, generar sociedades comprometidas con el cambio ambiental, lo que pensamos regularmente cuando nos comprometemos a cuidar el agua es tomar duchas más cortas; sin embargo, el verdadero cambio podría ser no consumirle a la empresa que deja los pueblos sin agua, no apoyar al fast fashion, el verdadero cambio es el consumo responsable, no sólo en recursos naturales vistos a todo ojo, sino más allá de lo evidente.
Link de fotografía: https://indianexpress.com/article/cities/delhi/help-me-breathe-hundreds-gather-at-india-gate-to-press-authorities-on-pollution-6105124/