Hay una sensación única que da sentarse alrededor del fuego y bajar la voz una noche estrellada para contar historias. La fogata se puede cambiar por una alcoba repleta de personas a punto de dormir y ya con la penumbra auspiciada sólo por la luna habitando, como una testigo más, las historias que navegan entre los ojos muy abiertos y los cuerpos temblorosos.
Hay rituales: ponerte la típica luz de la lámpara portátil en el rostro para parecer un poco más terrorífico, resaltar los colmillos y muecas para asustar a los más pequeños, sobresentir el entorno, los animales salvajes que corren afuera, los ruidos nocturnos, el rechinar de la madera y la piel erizada. El bando se dividía entre los que intentaban lucir ecuánimes, incluso más que en una circunstancia habitual, y los que se destornillaban de tanto estupor, con las sábanas debajo de los ojos muy abiertos. También están aquellas historias que inician como una historia de terror y el final es tan inverosímil que las carcajadas resuenan con alivio.
A veces no hay penumbra, sino largas caminatas, hurtos a la ferocidad del tiempo. Mi bisabuelo Rosendo, por ejemplo, era el mejor cuentahistorias que he conocido en toda mi vida: luchas con pumas, caballos a los que les sale una cabeza nueva, novias que no quisieron subir a un tren con él y mordeduras de serpiente de cascabel. Más allá de las historias en sí son las palabras que generan cadenas más estrechas de entendimiento, de amor y aprendizaje, aunque este último sólo sea para aprender a disfrutar de esos largos pastoreos con él o a estar una tarde en la cocina con las nuevas generaciones recordando sus anécdotas y creando nuevas.
En esta ocasión celebramos en El Mechero el amor por las historias, el respeto por la narración oral y la mutación en la forma de compartir. No soy humano es un podcast que Ana Valeria Badillo Reyes inició como un juego, pero terminó transformándolo en un proyecto de vida. Es un podcast que nace de querer compartir la pasión en un momento en el que la vida se nos escapaba de las manos y la muerte caminaba por las calles en todo momento y en todo el mundo.
Sin embargo, esa fogata virtual que Ana Valeria realizó no se apagó una vez que el mundo comenzó a girar en su normalidad, sino que la profesionalizó y la conjuntó con sus otras grandes pasiones: el estudio, la academia, la literatura, los viajes y las amistades. Ana es una gran apasionada por la palabra y eso se nota, pero no queda ahí, busca la preservación de aquellos relatos que nos hacen, nos forman y transforman porque cuando mueren, una parte de nuestra cultura lo hace con ellos.
Ana Valeria nos habla del proceso de transformación, pero también nos cuenta sobre su objetivo: hacer de este podcast un laboratorio oral para la preservación y el deleite, para compartir y saborear. Preparen sus mejores historias y prendan la fogata porque, no lo olviden, juntos incendiamos la cultura.
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero