GIBRÁN ALVARADO
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Siempre me han parecido interesante comentar obras artísticas que forman parte de un canon, no por su reconocimiento sino porque me gusta saber por qué están ahí y cuál es la función que tuvieron al momento de aparecer ante el público y cómo, en este caso, el espectador contemporáneo las critica, en el sentido amplio del término. Nacido en los 90, de pequeño era normal ver a los adultos, sobre todo los fines de semana por la tarde, sentarse a ver una película, ya fuera en VHS o en los canales de televisión abierta. Era lo que había y, de esta forma, conocí a muchos de los actores relevantes de lo que fue la época de oro del cine mexicano.
El mes de junio escribiré sobre algunas películas del director Ismael Rodríguez, unas de las personas relevantes de esta época, decidí iniciar con una de sus películas más importantes, Nosotros los pobres (1948). El filme me parece atractivo, fluido e interesante a los ojos contemporáneos, desde las primeras imágenes utiliza la metaficción y propone un discurso didáctico que encamina la “moraleja” y el camino deseado hacia el recto funcionar de la sociedad. Hay, en los primeros minutos, muchos elementos que demuestran las habilidades del director.
Siguiendo la línea analítica propuesta por Siboney Obscura Gutiérrez, la película es una mezcla de géneros que va del melodrama, al musical, al cine carcelario e, incluso, al cine negro, pasando de lo cómico al suspenso. Todos estos elementos se conjugan para presentar una trama sencilla pero compleja en cuanto a los estereotipos de cada personaje. Un carpintero, donjuanesco, bonachón que oculta su pasado, enfrentará una problemática causada por un tercero, todo esto, a causa de la pobreza.
Entonces, al centrarse en presentar la realidad de un estrato social específico, la película se ciñe a seguir la vida en una vecindad y sus alrededores y a través de esto presenta lo que se puede encontrar ahí, la seducción de las féminas, destacándose “la que se levanta tarde”. Es evidente que en el entorno se dicen muchas cosas, hay secretos a voces, pero tengamos en cuenta que el filme fue rodado a mediados del siglo pasado. Además, hay diversos tipos de violencias y un marcado lenguaje popular que delimita los tipos sociales, ejemplo de ello es El abogado y su actuar en contraposición a los oficios que también se retratan. En este mosaico hay espacio para la fiesta (aunque la comida sea a cuestas de un robo) y la función religiosa, enmarcada en imágenes, relicarios, rosarios y demás objetos que muestran el arraigo popular a los designios divinos que muestran que la marginalidad es buena si se vive en alegría. Vista a casi 70 años de distancia, Nosotros los pobres legitima las desigualdades sociales, pone a la pobreza como un único pecado de la gente buena y elude cualquier crítica a ese entorno que presenta.