Enrique Garrido
Debajo de un enigmático letrero que dice “Welcome Time Travellers” (Bienvenidos, viajeros en el tiempo), un hombre con una inteligencia sobrehumana y voz robótica organizó una fiesta al interior de un salón lujoso de la universidad de Cambrige. Nadie asiste. A las doce en punto da un mensaje: «Me gustan los experimentos simples y… el champán. Así que combiné dos de mis cosas favoritas para ver si los viajes en el tiempo del futuro al pasado son posibles». Esta escena, que parece sacada de una película de ciencia ficción, en realidad pasó. Stephen Hawking, el 28 de junio de 2009, puso a prueba la teoría de la relatividad de Albert Einstein de una forma alegre, pero nadie aceptó la invitación.
Mientras conmemoramos a los muertos, sucede algo que trasciende la vida: una banda cuyo cincuenta por ciento de integrantes dejaron el plano terrenal acaba de sacar una nueva canción. Música y arte tienen la cualidad de traspasar las fronteras del tiempo y espacio, de mezclar pasado y presente, de recuperar escenarios perdidos. Con los primeros acordes de Now And Then, mi memoria se maravilla al transportarse al momento en que mi padre me llevó a comprar mi primer cassette (era a. S., es decir, antes de Spotify), el cual incluía los grandes éxitos de la denominada mejor banda de rock de la historia. The Beatles musicalizaron gran parte de mi vida, y la de varios que ahora leen.
Al escuchar la voz de John Lennon (asesinado el 8 de diciembre de 1980), reconstruida con IA, recordé mis dedos torpes que intentaron aprender Yesterday en guitarra, misma torpeza con la que ahora teclean estas palabras; se materializan las pláticas de sobremesa donde papá me contaba lo que significó vivir en los convulsos 60’ de la psicodelia en Chicago y San Francisco, cómo permeaba la idea de que todo era posible; postales de una generación que creía en el cambio de conciencia y en las melenas largas, la actitud de James Dean, los puños en alto de Tommie Smith y John Carlos en las olimpiadas de México 68’, la rebeldía y el espíritu estudiantil de Tlatelolco, el mayo francés, el “seamos realistas, pidamos lo imposible”.
Now And Then no es una efímera canción que se pierde en las playlists, no es Gustavo Cerati cantando a Peso Pluma, o Valentín Elizalde a Radiohead, por ordenador, se trata de un diálogo entre el entonces y el ahora, un puente generacional por el cual cruzamos para vislumbrar un poco al pasado engañando al presente, una grabación casera que trascendió su momento, la inteligencia artificial rescatando un tesoro musical, un testimonio auditivo, la escucha de algo que se creía imposible. Tal vez, en este último aspecto recupera algo de su esencia espacio-temporal.
Evidentemente, los Beatles no es la única banda o artista que representa una época, y cada quién tiene sus preferencias; sin embargo, sonorizaron una parte de la historia, además de que su relevancia es innegable. No olvidemos que son más famosos que Jesús. Por ésta y varias razones, en 2008, la Agencia Espacial Estadounidense (NASA), en el marco de la celebración de su cincuenta aniversario de husmear por los confines del universo, mandó al cosmos, en específico hacia Polaris, la estrella Polar, ubicada a 431 años luz de la tierra, una nueva muestra de la cultura terrícola (la primera se mandó en 1977 y la selección estuvo a cargo del genial Carl Sagan) donde se incluyó la canción Across the Universe.
Tal vez para viajar en el tiempo no se requiere asistir a una fiesta fastuosa, deformar las dimensiones del espacio-tiempo, o diseñar una máquina sofisticada, sino hacerlo solo, colocarte unos audífonos, cerrar los ojos, poner play a esa música nostálgica y ser un niño con un cassette, un adolescente con una guitarra, mientras el recuerdo de su padre cruza por el universo.