ALONDRA R. GÓMEZ
La ciudad de las mil caras se sintetizó en nueve pares de rostros. Las imágenes, diciendo más que su par escrito, se realizaron con estilógrafo y contaron historias, experiencias, vistas y retratos que dejaron a Zacatecas un poco en evidencia y muy al desnudo. Nos invitaron al emblemático Congreso del Estado, en el lobby, con las puertas abiertas de donde antaño sería un recinto religioso, esperaban, entre charlas alegres y bajo telas moradas, las obras a presentarse.
Tras el acto protocolario del corte de listón y la entrega de los reconocimientos, una a una, las obras se fueron revelando de entre las sombras. El primero en ver la luz sería Dos rostros, un poema por Karen Salazar Mar y su contraparte en imagen de Paloma Lizardo, “quisimos explorar no sólo el lado bonito de la ciudad, pues, aunque Zacatecas sea una ciudad bellísima, también tiene su lado oscuro y vale la pena recordarlo”, explicó Karen al momento de explicar la obra que en conjunto con Paloma lograron.
El desfile continuó con Ciudad Quebranto, texto por José Méndez e imagen por Clara Lozano. Zacatecas se metamorfoseó en una mujer embarazada de cabellos derramados en el lienzo, con los brazos quebrados y el poema recostado a un lado suyo. La tercera obra fue la escrita por Elva Martínez Rivera y dibujada por Catherine Zúñiga. En el texto se relata una primea vez de la autora, de cuando visitó la ciudad en 1993, de modo fiel, la artista nos ofrece una visión simbólica de lo que representa visitar zacatecas con la fascinación de lo desconocido y el misterio de lo simbólico.
Continuamos los espectadores recorriendo la sala, entre aplausos y palabras de los artistas, el corrillo iba deleitándose con cada explicación y con cada caer de tela morada. El turno seguía al escritor Ezequiel Carlos Campos y a la artista Ilse Ovalle, quienes nos desvelaron un misterio que a día de hoy me tiene mirando el cielo cada que camino por las calles empedradas de Zacatecas; Ciudad Quimera, estos seres mitológicos que se postran en los techos de las casas a mirar, ellos perpetuamente en su estado de vigilantes y nosotros en nuestro perenne estado de admiradores del suelo no sabemos que están ahí. Este par de rostros nos invita a apartar la mirada de los pies para buscar a las quimeras que sobrevuelan el cielo más azul.
El centro y al fondo nos estaba esperando un retrato realizado con la maestría que sólo Claudia Alvarado pudiera conseguir, quien estuviese muy nerviosa previo a la revelación de su obra, cuya imagen acompañó al texto de Edgar A. G. Encina, cuyo título nos deja entrever una de las grandes pasiones del escritor, los libros. El Librero Callejero nos cuenta una visión de esta figura en peligro de extinción y el dibujo nos muestra a su creadora y al autor visitando a un librero callejero en un rincón ficticio de la ciudad, que pudiera ser cualquier esquina o calle del centro, pues hemos de admitir nosotros los zacatecanos que es una ciudad bastante homogénea en las generalidades, pero muy única en lo específico.
Bajo la sexta tela morada nos esperaba una vista aérea de la ciudad realizada por Marbella Mello y un pequeño, pero poderoso poema de Alberto Avendaño, en el que las imágenes zacatecanas cobran dimensión de espectáculo cuando son, en realidad, muy sencillas, el callejón, la campanada, el atardecer. La séptima obra nos remite a esa sinestesia propia de los Recuerdos, que viven adormilados dentro de nosotros hasta que un aroma, un roce, un sabor los hace despertar y vibrar. Denisse del Carmen Lucio lo logra de manera magnifica en su descripción detallada de la reliquia de la abuela con su “naranja tomillo, canela y clavo”, el retrato soberbio de Isis Pérez nos dejó con hambre, imaginándonos la cocina, el vapor de la olla rompiendo en hervor, recordando a detalle las reliquias de nuestras propias abuelas.
Al caer la octava tela, nos encontramos a Ciudad Laberinto, la obra del autor David Castañeda Álvarez y el artista Jael Alvarado, nos contaron de su forma algo surrealista de concebir Zacatecas, pues la naturalidad con la que subimos y bajamos y doblamos esquinas, atravesamos callejones, dominamos las calles, es el talento de quien conoce la salida del laberinto.
Para cerrar la noche de arte y literatura, la escritora Cynthia García Bañuelos nos platicó de la complicidad que ella y Adela Campuzano lograron. Cada una experta en su área, llegaron al acuerdo de retratar algún elemento religioso, labrado en la cantera de que se humedece y desprende el olor de la ciudad cuando llueve y acordaron que se trataría de la Portada lateral del templo de San Agustín, personaje con el que ambas mujeres se sienten afines.
Nos dejaron deambular para revisitar las obras, ver los dibujos y leer los textos con más cuidado y como no alcancé a leerlos todos, espero con ansias volver al lobby del Congreso del Estado y que salga el catálogo de obras que conjunta los nueve trabajos, de los nueve pares de rostros que conformaron la exposición 9+9=30.