
DANIELA ALBARRÁN
Últimamente he pensado mucho en la vejez, particularmente en la mía. Cuando uno es infante de pronto se quiere crecer de inmediato pensando en un futuro lleno de independencia, quizá; llega la adolescencia, la juventud, los 20s, y de pronto ya estás dentro de tus 30s, y comienzas a ver los primeros signos de envejecimiento. Primeras arrugas, algunos achaques en el cuerpo, y unas canas asomándose en la cabeza. Veo a mis compañerxs de escuela, los que tienen casi mi misma edad y me parece increíble que ya no sean adolescentes, que ya no estemos estudiando la facultad, que estemos intentando ser adultos y es que suena extraño, pero yo tengo la sensación de que empecé a envejecer justo en los momentos en que comencé a aprender a ser adulto, que mis 20s fue una extensión de mi adolescencia. ¿Seré que solo yo tengo la percepción alterada del tiempo? ¿En una especie de devenir Peter Pan?
Pienso en la edad, en la vejez y la muerte desde el mismo sitio en el que seguramente toda la humanidad lo ha hecho. Desde lo desconocido, miedo al futuro, y sí, lo digo y reconozco, desde mi ansiedad. Últimamente pienso tanto en la edad porque, además de estar envejeciendo, estoy perdiendo la juventud, y sé que suena a reiteración ambas oraciones, pero no, y elaboro: todos los días uno está envejeciendo, pero perder la juventud, me parece que solo se puede en cierto tiempo de nuestra existencia, uno puede seguir envejeciendo, y ya no ser joven desde hace mucho tiempo.
El fin de semana me invitaron a una boda y me arreglé, según yo me veía fantástica, y cuando me vi en el espejo, aun joven, aun bella, no pude dejar de entristecerme, de pensar que no me queda mucho tiempo para seguir viéndome así, que voy a extrañar mi juventud, voy a extrañar verme (hegemónicamente) bien. Y no es que le tema a la vejez, porque tampoco es miedo, sino quizá acostumbrarme a ver distinta en el espejo, y tampoco me da miedo pensar en mi muerte, que sé que va a suceder, pero también me da tristeza que sé que voy a morir sola, y no es que me dé miedo mi soledad, sino que ¿cuánto tiempo va a pasar para que encuentren mi cuerpo? ¿Quién lo va a encontrar? Y ¿en qué condiciones lo va a encontrar? Sé que en este punto me dirán, el futuro es incierto, y es probable, quizá muera mañana o por causas ajenas, pero mi familia es tan longeva y de cero enfermedades, que sé que todos mis amigos y gente que conozco morirá antes que yo. Y no tendré familia ni amigos que velen mi cuerpo.
En este devenir del tiempo y de la muerte, pienso en como romantizamos el “para siempre” en las bodas (insisto en las bodas porque recientemente fui a una) y pienso también que qué terror que ese para siempre lo puede quebrar la muerte de uno de los que se juraron amor “para siempre”; y quizá desvarío, pero quizá no, y a lo mejor todo mundo tiene estas preguntas, pero en la rapidez en la que vivimos nadie puede verbalizar esos pensamientos.
Voy a morir algún día, quizá de vieja, y ojalá me encuentren antes de comenzar a apestar.
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