Camino un poco y finjo cerrar el obturador para capturar la imagen que tengo enfrente: las llamo postales personales y tengo cientos de las personas a las que amo, lugares que recorro cotidianamente y un par de experiencias que se van desdibujando, pues son paisajes que no puedo volver a tener frente a mis ojos. Recuerdo, por ejemplo, que siempre vi las manos de mi bisabuelo y sus pies curtidos por la tierra y el sol, usaba zapatos de llanta y sus uñas no parecían para nada delicadas, la piel áspera y engrosada por la vida. Sin embargo, tiempo después pude tomar una fotografía sobre la majestuosidad de don Rosendo y, a pesar de ya no tocarlo o besarle el nacimiento del cabello, puedo de vez en cuando a recurrir a esa imagen para recordar sus historias y su sonrisa burlona.
A lo que voy es que a veces tener una fotografía, conservar una instantánea, intervenir una imagen cambia la forma en la que percibimos los recuerdos. Hace un mes hablábamos en el cumpleaños de una gran amiga de las muchas fotografías que teníamos en nuestro celular y las pocas que teníamos en los álbumes familiares, en comparación, pero cómo, de alguna manera, las que teníamos impresas sobreviven a la oleada en la época de la selfie. Teníamos una sola oportunidad de sacar la instantánea, salió movida, incluso incompleta, pero es una fotografía que ella puede ver cada vez que se acerca a su refrigerador.
En este número hablamos de fotografía, pasión e historias. Nuestra querida amiga Lizbeth Dueñas nos platica el proceso para realizar “Atemporalia”, una exposición realizada en el Café Du Monde, donde tendrán la oportunidad de darse una vuelta para observar un gran esfuerzo colectivo, los ojos de algunos más haciendo sus propias postales, imprimiéndolas e interviniéndolas, mostrando un detallito del mundo.
Liz nos cuenta sobre la magia de “congelar el tiempo”, nos habla de este trabajo de comunicar algo, contar historias, velar otras, detener ese instante con un obturador, volver a ese instante y la alquimia que hay en, incluso, modificar ese pequeño tiempo congelado.
No se lo pierdan, congelen un momento la arrasadora cotidianidad, tomen sus postales personales y no olviden que juntos ¡incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero