Daniela Albarrán
Actualmente soy facilitadora de un círculo de lectura en un precioso museo que está en el centro de la ciudad donde vivo. Lo propuse principalmente porque tenía la necesidad de compartir las lecturas que estaba haciendo en este momento de mi vida, en el cual cada vez es más difícil para mí leer y encontrar personas lectoras en activo; así que me pareció fundamental darme un espacio a mí y a otras personas que también quisieran compartir lecturas.
El primer libro que leímos en comunidad fue Leer mata, de la escritora y poeta española Luna Miguel; partiendo de ahí, lo que quería que discutiéramos era sobre la lectura y la enfermedad que es una idea que ha estado constantemente en mi cabeza y que yo no la había podido comentar con nadie: la literatura enferma.
Una de las cosas que más me llevo de ese círculo es saber que hay otros lectores que, frente a una lectura que nos derrumba, se sienten miserables o en éxtasis, que nuestras lecturas tienen que ser compartidas, y que no podemos quedarnos con esas lecturas sólo para nosotros porque nos lastiman; al final, como lo dice Luna, leer nos mata, nos termina por aniquilar, y no hablo metafóricamente.
Pienso que a veces la gente puede pensar que las personas que leemos somos buenos e inteligentes, y cosas positivas, pero justo lo que propone Luna, y que lo discutimos en el círculo, es que la literatura es una droga muy dura, difícil de dejar; de hecho es imposible dejarla, y una de las conclusiones más hermosas a las que llegamos juntos en el círculo fue que la lectura compartida nos cura, nos sana de esa enfermedad que nos provoca la literatura; eso es algo que a mí me pareció valiosísimo: la lectura en comunidad cura, porque cuando tú compartes tus lecturas ya no te estás quedando con la enfermedad tú mismo; ya no te estás quedando con esas palabras que se te metieron como cuchilladas en el cuerpo, sino que los compartes en una comunidad.
Los círculos literarios, más allá de que en ellos puedes conocer más autoras o autores, te ayudan a socializar tus lecturas, repensar lo que estás leyendo y a curarte de la enfermedad que provoca la literatura; ese compartir con otras personas lo vuelve una experiencia sumamente enriquecedora; compartir la literatura es como compartir el pan, tu mesa, invitar a alguien a que se meta a tu casa, a la intimidad de tus pensamientos, eso me parece maravilloso.
Creo que en este momento donde estamos, a veces tan solos porque el sistema es rapaz y nos mantiene trabajando horas y horas, y en el que ya estamos dialogando más con máquinas, es un momento indispensable en la historia de la humanidad para que se retome la oralidad, la convivencia y que, en medio de una hoguera, se cuenten historias.