Por Citlaly Santiago
Eran las dos de la mañana cuando Amelia entró en labor de parto, no había nadie cerca y las contracciones eran cada vez más fuertes. Podía sentir que algo no andaba bien, ¿instinto materno? Comenzaba a marearse y, como si fuera una película, pasaron ante ella todas las decisiones que la llevaron a esta situación; cuando fue vendida, cuando quedó gestante, cuando la aislaron porque ponía nerviosas a las demás.
Decisiones que otros habían tomado y ahora estaba ella sola, temiendo por el ser que estaba a punto de traer al mundo; sus compañeras le habían aconsejado no encariñarse, que en cuanto saliera hablara con Dios y no le viera a los ojos; así sería más fácil cuando llegaran a llevárselo.
Esa criatura nunca fue suya, fue concebida apenas tuvo la edad y no podría amamantarla ni una sola vez, jamás le volvería a ver. Pensaba en el futuro. La historia se repetía: criada con el único propósito de procrear, si no, lo llevan a una ciudad lejana donde nadie sabe lo que pasa.
Los escenarios se agolpaban en sus cabes, y hacían apretar cada músculo de su cuerpo. Pensaba que con sostenerlo lo suficiente podría conseguir que se ahogara antes de nacer. Fue perdiendo el aire de a poco, el dolor de la vida abriéndose paso la dejó inconsciente, y Lucía nació sin ningún inconveniente.
Cuando Amelia despertó, vio con desilusión los pulmones del ser más perfecto que ha existido llenarse y vaciarse rítmicamente, el terror la inundó, el sol estaba saliendo y cada vez quedaba menos tiempo.
El reloj en la pared marcaba las siete. El crujir de la primera puerta al abrirse, después el cerrojo de la segunda, y dos sombras fueron por Lucía. En un último intento saltó hacia ellos, y una tercera sombra armada con dos varas eléctricas las separó para siempre.
La revisión post-parto fue noticia al siguiente día; la imagen, paredes bañadas en sangre; el titular, “Un nuevo brote de encefalopatía espongiforme”. Pero nadie más cuerda que Amelia, quien tomó su primera decisión.
La enfermedad de las vacas locas es motivo de decomiso, no serviría ni para salchichas, una pena, otro ejemplar Holstein tirado a la basura.