GIBRÁN ALVARADO
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Continúa la travesía de los personajes de Nosotros los pobres (1948) y Ustedes los ricos (1948), en esta ocasión, la trama melodramática es más sobria y se evidencia el crecimiento argumental que va más allá de los negros y blancos de las primeras dos entregas de esta trilogía estelarizada por Pedro Infante. A partir de lo acontecido al final de la segunda parte, cuando “Chachita” se convierte en la única heredera de una gran fortuna, la felicidad e integración llega a la vecindad, ahí nos quedamos, el cierre con moraleja al integrar a la abuela y rica que es consciente de que el dinero no compra la felicidad y el cariño.
En Pepe El Toro vuelven a iniciar los problemas económicos porque los familiares “lejanos” de la abuela llegan para reclamar la herencia que, nos enteramos, sólo fue dada “de palabra” y, para efectos legales, “Chachita” y los suyos quedarán nuevamente en la pobreza, a expensas de las labores en el taller de carpintería que aún con las carencias, genera algo de felicidad y diversión a los trabajadores y amigos de Pepe. También se da cuenta de un cambio de paradigma porque ahora, entre los diálogos se comenta que no todos los pobres son buenos ni todos los ricos son malos, aspecto que estuvo muy marcado en los filmes precedentes, ahora se toman en cuenta los matices sociales.
Aunque siguen las complicaciones melodramáticas que hacen pensar que Pepe El Toro es una especie de Job, quien sigue en pie pese a sufrir infinidad de penurias y, al igual que el personaje bíblico, mantiene su fe intacta porque espera la redención al final, pese a las flaquezas que tiene en algunas escenas, ya sea por cuestiones económicas, de faldas, pues sigue siéndole fiel a “La chorreada”, incluso legales, en las que se evidencia su poca educación al desconocer aspectos básicos de las formas sociales, pero se destaca su sinceridad y honradez, una de las virtudes de los pobres. La templanza de la gente también se muestra a través de la validez que tiene la “palabra”, no es necesario que haya papeles de por medio (lo cual acarrea varios de las problemáticas), la palabra se cumple, así se tenga que sufrir o aguantar golpes.
Con Pepe El Toro se cierran los ciclos de varios personajes, aspecto que se evidencia con Chachita y su crecimiento de niña a mujer, el drama es menos tenso que en las primeras partes y el camino del héroe termina con la experiencia pugilística, la cual será un aliciente más para superar todas las tristezas y todos los obstáculos que la vida le ha puesto a Pepe y sus amigos. Más allá de los lugares comunes, la trilogía dirigida por Ismael Rodríguez es un reflejo de la sociedad mexicana de mitades del siglo XX, así como de las mecánicas del entretenimiento de la época, los cuales es propicio analizar para identificar varias problemáticas que aún aquejan nuestros tiempos.