GIBRÁN ALVARADO
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El académico catalán Daniel Cassany propone, como estrategia para la comprensión lectora en adolescentes, una imagen que me parece muy práctica: a) leer las líneas, b) leer entre líneas y c) leer tras las líneas. Esta idea se puede llevar a diversos ámbitos y, al momento de observar una película, más allá de darle seguimiento a través de la extraordinaria propuesta del camino del héroe, de Joseph Campbell, también es factible que el espectador tome en cuenta las diversas capas que componen el filme.
Hace algunas semanas me encontré en el catálogo de Max varias películas de Pedro Almodóvar y recordé lo divertidas que me parece su propuesta estética, su irreverencia y su capacidad para poner sobre la mesa temas que eran tabú hace cuarenta años y que, en algunas sociedades de la primera mitad del siglo XXI, aún lo son. También, hace algunos meses asistí a una charla del maestro Óscar Raúl Báez Padilla sobre la influencia del cine de oro mexicano en varios filmes de Almodóvar, la cual cerró con “un año de amor”, interpretada por Luz Casal para recordar la descomunal Tacones lejanos (1991).
En estas columnas siempre me gusta escribir cronológicamente y, en el caso de Almodóvar, su primer largometraje es Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), en una hora con veinte minutos podemos observar varias características que seguirá retomando a lo largo de su carrera, pero lo que más me interesó fue la puesta en escena de los prototipos de la sociedad española de esos años. Aún estaba reciente la caída del franquismo, apenas comenzaba esa efervescencia después de la represión, se respiraba algo de libertad en algunos sectores de la población y era normal que los más jóvenes buscaran sus propios caminos, ya fuese debido al entorno propiciado en el país o por las recién llegadas influencias del exterior.
La movida madrileña, la policía, la sociedad conservadora e hipócrita, el despertar sexual, las mujeres en busca de independencia, la comunidad LGBT+, la violencia, las drogas… todo esto forma parte de la puesta en escena. La crítica, siempre tan divertida en Almodóvar, está en cada escena. Qué capacidad para hacer mucho con poco, para tocar la herida, para machacarla, para dar de palos, como a Luci le gustaba, qué capacidad la de Almodóvar para orinarse, como Bom, encima de quien le plazca, como lo hizo al responder, de frente, las “acusaciones” de un político de VOX en la más reciente entrega de los Premios Goya. Muy recomendable esta película que nos permite, con sus líneas, ir más allá de ellas.