JOSÉ MÉNDEZ
I
Solitario.
La sílaba astro alrededor de tu cuerpo.
Un silencio tu mirada cerrada a la palabra.
Al pie de tu carne la corona, la caballería, la bendición, el nombre y lo que él guarda.
El ejército castiga todo origen, de la palabra primigenio tu rencor.
Gracia divina.
La pluma todo dios que trepa al vuelo, títulos un puñado de cicatrices, el tiempo no es más que deshonra, el centro sensible purifica tu agonía.
Sentados en la piedra, el pensamiento insiste en ser otros, los ojos callados, el grito consciente de oscura palabra, arrancar el fuego, arrancar la lejanía, arrancar el olvido. Definimos conmigo y jugamos a lo eterno.
Tendidos como el rey, tus ojos sostiene un castillo de sueños, también es polvo, presagio surtidor de esquirlas, náusea aquilatada, mano pluma reino y soles.
Asir la distancia, me vuelvo a tu nombre, asir la distancia, soy enemigo, asir la distancia, asiento mar, trémulo escalofrío.
Una ceniza peso de sol, cristal de mediodía.
Asalto al vino y la uva prepara la semilla, relámpago no espada, cada movimiento socava el fruto a la tierra.
La línea vertical galopa en la caída, lluvia que danza y es gloria, ondulación y barro, la columna, la vértebra de pensamiento y sueño, la ignorancia de la tierra al cielo, el cielo un reptil que multiplica, multiplica la flecha, entre cada herida el fruto se dispersa, la lluvia en sí miedo que se desangra, se desangra la piedra, sueño en bruto, en bruto el dios que sobrecoge la semillas, semillas que ofrecen huesos remolinos en los ojos, ojos cristales heridos, heridas papel palabras que se funden, se funde cruz y carne y el sueño línea vertical que galopa a la caída.
II
Tu libertad paz que tiembla, ansia laberinto que se duerme.
Mi libertad, dolor de lengua, carne de voz que se desgarra, como río de piedra la bestia en la montaña, errante el delirio, la loza amarga, saliva de barro, vértigos de antorchas, ¡no me hables de eso! ¡No me hables de eso no respires! ¡No me hables! ¡No respires!
Derrumba estos cimientos, lo ves, tu templo tiene forma de esfera.
En el jardín la fruta deposita un árbol, poco amor a la tierra, poco amor al agua, agua es fuego que se bebe, el licor es viento, refugio indiferencia, espectro benigno, cicuta de genios.
Tu libertad, la hostia en la garganta, en el nido el ángel que deposita el huevo, el huevo un presagio que se repite.
Mi laberinto, viento que no es salida, paz que duerme en su frontera.
Mi dolor de lengua, carne que es piedra de bestia, montaña errante, delirio de cruz y barro, delirio que se desgarra, la saliva loza que pesa el cuero, noche calavera, noche espíritu arca de alfiles, noche centella miedo que responde, noche enigma, noche sitio, noche sombra, noche.
Marcha de cimientos, las notas del carbón pulen los diamantes, el crepitar del derrumbe sonoro cabalga despojado.
Poco amor deposita un árbol, el refugio es agua benigna, el licor espectro que se bebe, en el jardín la cicuta de un genio, la indiferencia del fuego una fruta ajena, una costilla, una mujer un fantasma, un hombre que no es mujer es instinto, un fantasma.
De nuevo el presagio, la hostia en la garganta, en el nido el ángel que deposita el huevo, el huevo un presagio que se repite, mi libertad, un caballo que alcanza, tu libertad el hombre solitario.