
ANA RODRÍGUEZ MANCHA
En el devenir de las actividades cotidianas, se pueden presentar riesgos o situaciones complejas para las que se debe estar capacitado y capacitada, con el único objetivo de poder brindar ayuda inmediata con empatía resolutiva y de calidad. Dentro de la amplia gama de enfermedades agudas o accidentes prevenibles, existen miles de escenarios en donde nos tocará ser el primer respondiente y donde el actuar eficaz delineará un menor riesgo de complicaciones.
A propósito del Día Internacional de la Epilepsia, que se celebra el segundo lunes de cada febrero y que tiene como objetivo concientizar, capacitar y educar sobre esta enfermedad que afecta a más de 50 millones de personas en el mundo, con el lema “Mi viaje con la epilepsia”, se proyecta ayudar no solo a familiares que peregrinan con esta dolorosa condición, sino también fortalecer la capacitación en los primeros auxilios epilépticos, que es necesario saber aplicar y que se requerirán en este viaje llamado vida. Hablar de esta afección cerebral crónica nos remite a la típica imagen en donde la persona presenta descargas excesivas de impulsos nerviosos, que se manifiestan en el cuerpo con movimientos involuntarios de gran fuerza, acompañados de rigidez muscular, pérdida de la conciencia y, en algunas ocasiones, detrimento del control de los esfínteres.
Se estima que aproximadamente el 25 % de los casos de epilepsia son prevenibles, detectando a tiempo los factores de riesgo y actuando de manera inmediata ante la presencia de los mismos. Entre los principales desencadenantes se encuentran el estrés, el insomnio, el mal apego al tratamiento farmacológico, ayunos prolongados, la fiebre, las infecciones, la falta de oxígeno, los traumatismos craneales, un tiempo amplio de exposición a luces intermitentes o parpadeantes, la música o ruidos fuertes, así como una alimentación rica en carbohidratos como la pizza, los refrescos, el pan blanco, el arroz, las pastas, las papas fritas, los dátiles, los plátanos, las pasas, las nueces, etc.; por lo que se deben evitar en la dieta.
Al corroborar que se trata de una crisis epiléptica y valorar un lugar seguro, se debe mantener la calma y solicitar apoyo al 911. Se deberá acostar a la persona en el suelo de forma lateral, con la cabeza girada al mismo lado, asegurarse de que esté respirando adecuadamente, aflojar la ropa que impida la entrada de aire, quitar anteojos si es el caso, colocar algo blando bajo la cabeza, despejar el área y retirar objetos que puedan lastimar. Permanezca con la persona hasta que haya pasado la crisis epiléptica y despierte. Igualmente, tome el tiempo de duración de la crisis; si es un familiar, lo ideal sería grabar el episodio como evidencia para el seguimiento médico.
Se debe evitar introducir objetos en la boca o sujetar a la persona, no intente dar reanimación cardiopulmonar (RCP) ni ofrecer agua o alimentos hasta que el paciente se encuentre totalmente alerta. Al arribo de paramédicos o personal especializado, deberá narrar de forma clara y cronológica la duración de la crisis, así como los signos y síntomas presenciados.
Un viaje tranquilo en el amplio espectro de la epilepsia brindará al paciente un mayor autoconocimiento de la enfermedad, reforzando los lazos familiares y previniendo de manera informada cualquier episodio agudo. No estás solo o sola, recuerda que, de la mano del médico, podrán descubrir la mejor estrategia de tratamiento.