JIMENA CERÓN
Hablar de redes hoy en día nos lleva siempre a rupturas: hablamos del tejido social roto, de cómo cada vez las relaciones son más ficticias, de la facilidad con que puede quebrarse la confianza, de la poca empatía y de lo efímero que es un lazo entre individuos, por citar algo de lo “malo”.
Lo anterior es resultado de la postmodernidad y obviamente del modelo económico en el que estamos inmersos desde hace ya varios siglos: el capitalismo. Científicos sociales como Bourdieu, Goffman, Castells, Bauman y más han tratado a detalle el análisis de las sociedades a través del análisis de sus redes, las cuales están compuestas por individuos y que se regulan a través de sus contextos.
Pero este texto no es para eso, no quiero recalcar lo evidente y la falta de solidez en las redes sociales actuales, aun más notorio si las evaluamos desde lo digital. Este texto es para hablar de la resistencia, de cómo si existen redes que pueden consolidarse y mantenerse a través de los años y que están compuestas por individuos comprometidos unos con otros. Para hablar de esto, he elegido la red social primaria en la que estamos inmersos desde nuestro nacimiento y que, aunque con algunas excepciones, todos contamos con una a lo largo de toda nuestra vida: la familia.
Hace algunos meses, tres para ser exacta sufrí un accidente que casi me cuesta la vida y me di cuenta de que, además de caer en cama, estaba sobre una red de apoyo lo sumamente fuerte para hacerme renacer, pero ¿cómo es que funciona?
El paso de los años y las transformaciones en los sistemas de vida nunca han podido permear de manera significante a la familia, mucho menos si hablamos de ésta en la sociedad mexicana. La familia es esencial en cualquier momento de nuestra vida y, aunque pareciese que llega un momento en que no la necesitamos o nos “independizamos”, en realidad sólo modificamos la forma en que nos relacionamos y el impacto que generamos y mantenemos con cada uno de sus individuos.
Es indudable que como individuos el vínculo familiar es determinante para desarrollar de manera más eficiente su interacción e integración con todo lo social. El amor, cuidados y apoyo que he recibido desde ese día representan de la manera más sencilla cómo es que este núcleo me hizo sopesar de manera mas sencilla cada una de las situaciones a las que me vi obligada a vivir.
Desde el apoyo moral, sabiendo que el amor puede ayudar de manera anímica a la mejora física, hasta acciones más evidentes, como cuidados cual si me tratase de una bebé: alimentarme, asearme y procurar mi bienestar. Es así como de manera progresiva una vez más estoy construyendo mi vida a través de los pilares familiares que lo hacen más fácil y seguro según mis necesidades.
Hablemos, pues, de esas redes que sin enredarnos en conflictos y siempre desde la construcción de la vida a través del amor y la paz nos consolidan como individuos capaces de formar y conformar otras redes solidas y enfoquemos nuestra presencia en construir, dejando de lado a aquellos individuos que sólo entorpecen y obstaculizan nuestra interacción sana.
Termino no sin antes recordar que la familia es como bien dice el gran Comte: “una unidad de personalidades interactuantes que forman un sistema de emociones y necesidades engarzadas entre sí, de la más profunda naturaleza”, así que aferrémonos a ella y agradezcamos que somos un sujeto en sociedad.
Adiós.
Fotografías: Cortesía