Leonardo Cardona García
Elisa Díaz Castelo, en El libro de las costumbres rojas, desenfunda afiladas imágenes poéticas, incisivas en tanto la reflexión que provocan, para saludarnos de nueva cuenta con “el ademán rojo de un hola silencioso y demasiado grande”. Nos acoge con una narrativa en sovoz que inunda todo el libro; un tono a media luz nos ahoga como recuerdo huidizo al cual nuestra mirada tarda en acostumbrarse —o quizá no termina de hacerlo—, cual neblina que no enceguece, pero no permite aventurar el destino.
Díaz Castelo nos invita a visitar las fronteras de la realidad y la ficción, estos espacios que dan permiso a los cambios abruptos de perspectiva, identidades y conciencia. Con un humor ácido y solemne, se vale del lenguaje médico, a la vez que los motivos científicos vuelven a ser vehículos mediante los cuales ahonda en las profundidades de la experiencia humana, la memoria, el cambio y los sueños.
Bajo la dirección de su pluma, la polifonía femenina nos conduce a través de las historias y ensoñaciones, que hacen de las costumbres rojas, un recuerdo que oscuramente trata de acordarse del coro de “Las mujeres de Oak Ridge” en Proyecto Manhattan. De tal suerte que podemos atestiguar maravillosos guiños a su obra poética, y no sólo en la temática, artefactos y la exquisita prosa sensitiva que acaricia la experiencia sinestésica; sino también por cuentos tales como “Nunca lo fue”, “Las costumbres de las placentógagas” o el apoteósico “Seda sucia” —que nos lleva a preguntar si se trata de poemas en prosa, o del sueño de una colmena.
Este último, con el cual cierra su enésima propuesta colmada de hibridez y experimentación —a saber si más científica por su temática, que literal por su tratamiento—, retoma el discurso que visibiliza a las manos y voces presentes en los grandes proyectos. Mismos que tienen en común la devastación y que, en paralelo, buscan salvar el dolor colateral, el sometimiento de la máquina que produce bombas atómicas y vestidos.
En “El principio de gravedad”, recordamos tono y tema presentes en Principia. Aunque en este caso, el peso de los objetos y su permanencia decadente en el espacio, nos sugieren de distintas maneras, la delgada línea entre la caducidad y la insistencia; entre la vida y la muerte, la estructura y el caos; o mejor pensado en palabras de Elisa: “los límites no existen”.
Entonces, se nos devela que el límite entre cada cuento se desvanece conforme avanza la lectura, ya que en el caos que sus personajes —en mayoría mujeres— experimentan, reverbera un ademán silencioso en torno a las costumbres rojas. El tiempo entre las palabras se extiende y detiene. Si nuestras vidas son narraciones, la dimensión temporal en los cuentos de Elisa sufre una transformación, no líquida y huidiza, tampoco gaseosa e inaprensible, mucho menos sólida y yerta, sino una especie de plasma, un estado intermedio.
Palabras perdidas que derivan en poesía. Apuesta por lo que se desprende poco a poco; la transición. Una caída sostenida en el tiempo.
Elisa Días Castelo, El libro de las costumbres rojas,
Elefanta Editorial, México, 2023, 132 pp.