
“Por más lejos que me vaya, la casa viene conmigo”
Elisa Díaz Castelo
DANIELA ALBARRÁN
Por motivos personales, me interesa profundamente la literatura que explora las relaciones familiares en su núcleo, específicamente la triada maldita abuela–madre–nieta. Pienso que la historia de las mujeres comienza incluso antes de que nazcan, y que las abuelas heredan a sus nietas una carga histórica significativa. Por eso, en un inicio, me pareció que de eso iba Malacría, la primera novela de Elisa Díaz Castelo.
Y en parte, sí creo que trata sobre eso, o al menos que es uno de sus ejes más importantes. La novela gira en torno a Cecilia (la abuela), Perla (la madre) y Eli (la hija). La historia se sostiene sobre la desaparición repentina de Perla, quien se marcha en busca de un planeta llamado Daemonia, idéntico al nuestro, y relacionado con su especialidad académica: una teoría lingüística llamada externalismo semántico. Esta teoría parece dar un soporte conceptual a la novela, como una especie de respaldo teórico. Sin embargo, es justo este elemento el que más conflicto me genera.
Aunque conozco bien la obra de Díaz Castelo y sé que suele vincular ciencia y poesía, en esta ocasión sentí que el recurso fue innecesario, incluso forzado. No percibí que aportara algo sustancial al desarrollo de la historia, especialmente porque no hay una conclusión o justificación clara para la existencia del planeta ni de la teoría en sí. Entiendo que, narrativamente, la existencia de Daemonia es funcional como detonante del conflicto —el viaje de Perla—, pero me queda la impresión de que es innecesario ese argumento.
Pienso en este viaje y en la desaparición de la madre como un eco del libro Cuida de mamá, de Kyung-sook Shin —uno de mis libros favoritos—: un viaje retrospectivo que ocurre frente a la ausencia materna. ¿Qué queda sino los recuerdos? Creo que justo eso es lo que intenta hacer Eli: un ejercicio memorístico más allá del planeta gemelo, que, como dije, me parece un pretexto innecesario. También pienso que el viaje representa una forma de libertad que las madres rara vez se permiten, un escape al que la abuela quizá nunca tuvo acceso. En ese sentido, siento que el motivo del planeta le resta dirección al viaje. ¿Por qué no dejar que Perla simplemente se haya ido, sin una razón explícita? ¿Por qué la necesidad de justificar el dejar el mundo atrás?
Lo que sí me gustaría destacar es que el libro tiene fragmentos bellísimos, una prosa que coquetea con la poesía. La historia de las tres mujeres que se decantan en los recuerdos de Eli, son muy nostálgicos y los fragmentos donde se muestra la relación madre–hija–abuela permiten entrever que la historia personal de Eli se entrteje con la de ellas dos. Incluso me parece que la desaparición de Perla representa también su ausencia en la infancia de Eli; los recuerdos que tiene de su abuela resultan, a veces, más nítidos que los que conserva de su madre.
Creo que es una novela que debe leerse. Me parece un texto valiente. Su prosa es limpia, y es fundamental escribir sobre estas relaciones domésticas, exprimirlas, porque en México —donde esta triada es tan común y muchas veces marcada por la ausencia paterna— necesitamos leerlas y contarlas. Aun así, creo que le falta “callo” narrativo. Hay momentos muy logrados, pero también pasajes flojos. Mantener un hilo narrativo es complejo, requiere muchísima técnica. Díaz Castelo, como poeta, posee una destreza para construir versos de la que verdaeramente he aprendido mucho, pero en narrativa siento que aún le falta tensar más ese hilo.