DANIELA ALBARRÁN
Creo que todos los que nos dedicamos a la literatura, ya sea leer o a escribir, nos encanta la idea de tener una amistad con la cual podamos disfrutar de los libros, claro, acompañado de una copa de vino o ya de perdida una buena cerveza.
Pétronille de Amélie Nothomb habla de eso, de las amistades que se fraguan en un ámbito muchas veces triste, competente y sin oportunidades de nada, como es el medio literario. Encontrar una amiga con la que puedas ir a emborracharte y que además comparta tu amor por la literatura es una joya que pocas personas pueden presumir.
Pétronille es una novela corta y de tinte autobiográfico (como casi toda la obra de Nothomb) que narra las aventuras de dos amigas: Pétronille Fanto y la misma Nathalie Nothomb; las amigas se conocen en una de las firmas de libros de Nathalie; Petronille se le acerca y le pide que le firme un ejemplar de su libro. Esa firma fue el inicio de una amistad que va desde tomar una copa de vino hasta irse a las montañas a esquiar.
Nothomb, en primera persona, nos muestra el carácter peculiar de Pétronille, desde que la conoce en la firma de libros, hasta varios años después que Pétronille Fanto publica su opera prima Vinagre de Miel, con la que Nathalie se da cuenta que su amiga al parecer se ha dedicado los últimos años de su vida a leerlo todo.
Encontrar a una persona como Pétronille, que aparentemente lo haya leído todo y que además sea una buena escritora es algo casi casi imposible, a Nathalie le pasó; sin embargo, el carácter de su amiga es voluble, difícil, rebelde que si bien es atrayente, también de pronto pareciera que le repele.
Lo maravilloso del libro, además de la amistad que ambas tienen, es el ambiente bohemio y parisino, una forma de romantizar el quehacer literario y el placer de la lectura. Ambas se emborrachan, sí, pero en el momento adecuado, no viven para beber, viven para leer y escribir y se nota, la literatura la llevan en la sangre.
Las dos son seres solitarios por naturaleza, y es que para dedicarse a la literatura, para leer o escribir es necesario estar solo; cuando Nathalie conoce a los padres de Pétronille, se da cuenta de algo:
“La gran literatura, que había constituido lo esencial de su alimentación, también era lo que la había mantenido al margen de los demás, un foso tanto más infranqueable por cuanto su clan no lo comprendía”.
Se entiende que los papás de Pétronille estaban muy alejados de la literatura y, aunque su mamá había leído las obras de su hija, no las comprendía lo más mínimo. Petro tuvo que convivir con la ignorancia de sus padres, convirtiéndola en un ser solitario en el mundo. Por desgracia, eso es lo que hace la literatura, te aleja del amor y de la simplicidad de las cosas, muchas veces te aleja de tu propia familia.
Petronille es también una crítica al ambiente viciado de la literatura, de los que escriben y más de los que publican. Pétronille Fanto, a pesar de ser una excelente escritora, no puede vivir de lo que escribe, pero Nathalie, al ser una escritora consagrada, sí puede vivir de su pluma.
Pétronille Fanto es todo un personaje, de ratos pareciera que la novela va lenta, pero definitivamente, llegar al final es un verdadero placer. Desde el momento en que Nathalie se da cuenta que Pétronille no había trabajado en la empresa farmacéutica sólo por necesidad financiera, sino porque le gustaba poner en riesgo su vida, ya que únicamente en el riesgo ella sentía la emoción de estar viva, se percata de la calidad de persona que es su amiga, y al lector, ese momento lo deja helado, Nathalie lo describe de manera magistral:
“Lo que de entrada me había hecho sentirme tan cerca de Pétronille era precisamente esa sensación esa ebriedad que a falta de mejor nombre llamamos atracción por el riesgo […] si Pétronille se había puesto y volvía a ponerse en peligor hasta aquel extremo, era para conocer esa exaltación suprema, esa dilatación extática del sentimiento de existir”.
Petronille es un libro que se disfruta por su ambiente intelectual y bohemio, pero también por sus dos personajes y la amistad que ellas tienen. El final le da sentido a toda la novela, con un final magistral, definitivamente uno de los mejores finales que he leído en años, no sólo porque da sentido a la estructura narrativa, sino porque, de hecho, da sentido a la escritura misma:
“Por más que sé que escribir es peligroso y que al hacerlo pones en riesgo tu vida, siempre acabo cayendo en la trampa”.
La última frase se merece todos los premios del mundo, escribir y leer es mucho más peligroso, incluso, que la vida misma.