Fotografía: Eugenio Etulain
Me llamo Yael Weiss, soy de la Ciudad de México y vine a la Feria Nacional del Libro de Zacatecas (Fenaliz) para hablar de un libro que publiqué recientemente: Los muros de aire. Y otras crónicas de frontera.
YAEL WEISS: Este libro trata sobre cinco estancias en la frontera. Intenté estar en las ciudades con mayor circulación de migrantes. Los migrantes que encontré allí son personas que están varadas. Uno piensa en migrar como un movimiento constante, pero en realidad está lleno de mucha espera: tienen que esperar a que llegue el dinero, a encontrar quién los va a cruzar, a que lleguen ciertos papeles, etc. Hay mucho tiempo de espera a lo largo del camino.
Es la primera vez que escribo una crónica; antes me dedicaba a escribir ficción. Tengo libros de relatos y llegué a la literatura un poco tarde. Quizás me negaba a escribir; estudié Letras, pero primero estudié Química porque quería ser astronauta. Luego quise ser científica, pero entendí que lo que me gustaba era el cuento, no las partículas del espacio. Me gustaba que me contaran las maravillas del espacio, pero no forzosamente estudiarlas con números. Entonces, me pasé a literatura y poco a poco me fui forjando como escritora. Es un trabajo muy largo; escribí muchos libros que nunca publiqué. Es un largo proceso, complicado.
PUNTOS SUSPENSIVOS: ¿Cómo ha sido este proceso entre escribir formalmente ficción y adentrarte a la crónica? Decíamos hace rato que la crónica también es un género literario, además de ser un género periodístico, pero ¿cuáles son los retos específicos a los que te enfrentaste entre escribir ficción propiamente y luego adentrarte a la crónica?
YAEL WEISS: Al menos de la forma en que me dedico a la escritura, creo que ambos géneros parten del mismo deseo: contar algo a alguien, ya sea imaginativo o real. En la ficción, imaginas una situación y quieres contársela a alguien, por ejemplo: qué tal si un hombre quedara atrapado en un edificio durante un temblor y pudiera comunicarse solamente con una niña que está en otro lugar del derrumbe; ¿qué pasaría con ellos dos? Me lo imagino y te lo quiero contar.
Cuando veo cosas de la realidad me parecen muy sorprendentes y me hacen pensar en cosas como el personaje que me encontré, la situación: pasó esto y reaccionó de esta manera, pero es la realidad, la estoy describiendo. No estoy imaginando, sino que estoy viendo. Esto sería la crónica, pero también es las ganas de regresar con un relato, ya sea desde mi imaginación, ya sea desde la realidad y decir mira lo que vi y cómo era este personaje y tratar de describirlo de la mejor manera posible.
Eso trato de hacer en estas cinco ciudades fronterizas: tratar de, con las herramientas de la ficción, con las herramientas de la literatura, hacer una descripción eficiente, que sea atractiva, pero que al mismo tiempo sea real, saber describir tanto el lugar como la situación, las personas y cómo interactúan entre ellas y cómo, al interactuar a través de los diálogos, a través de sus acciones, puedes entender el carácter de las diferentes personas que están ahí.
A veces me imagino que pongo esas personas juntas [en la ficción] y en la crónica esas personas ya están juntas y yo nada más lo trato de describir. El reto, por supuesto, es que en la ficción puedes inventar lo que se te ocurra y en la realidad tienes que escribir lo que ves, pero la realidad rebasa mucho la ficción. La situación ya está ahí, basta con relatarlo, ya es casi increíble, es para sorprenderse las personas y las situaciones con las que se encuentra en la frontera cuando uno abre los ojos y se deja penetrar por lo que está pasando ahí.
Fotografía: Javier Narvaez
PUNTOS SUSPENSIVOS: Creo que escribir ficción de alguna manera te ayudó en esta cuestión técnica de hilar palabras, en el oficio, en la acción de escribir todos los días, pero creo que hay un reto mayor en la crónica. Uno puede ser terrible con sus personajes, puedes ponerlos en situaciones terribles, implacables, pero, cuando estás escribiendo sobre la vida real, la realidad ya muchas veces los tiene en esas posiciones. ¿Cuál fue esa epifanía que te dijo “tengo que hacer este libro sobre crónica”? Más allá de que pudiste tomar el tema y hacer un libro de ficción.
YAEL WEISS: Pues mira, este libro no empezó como libro; son cinco crónicas separadas. Yo me encontraba en Tijuana en 2018 para un evento familiar cerca de la ciudad, y yo quería conocer Tijuana. Nadie de mis familiares me quiso acompañar por cuestiones de trabajo, lo que se te ocurra, y dije: «Bueno, yo me voy a tomar unos días en Tijuana». Ya me interesaba el tema de la emigración; leía los periódicos y estaba un poco al tanto de que había salido una caravana en octubre de 2018. Reservé un hotel tres meses antes, pero empecé a notar que mi viaje coincidía con la llegada de la caravana. Cuanto más me acercaba al momento de mi viaje, más la caravana se acercaba a Tijuana. Cada quien en su propio viaje y entonces coincidí con esa caravana.
Fui al encuentro de la caravana como ciudadana mexicana, preguntándome: «¿Quiénes son estas personas que están pasando por nuestro país?» Quizás es porque soy escritora, muy curiosa y me encanta el encuentro humano. Dije: «Bien, estas personas −cargando mi lista de ideas− quiero conocerlas, ver si se puede ayudar, en fin, establecer un diálogo». Fue una experiencia brutal. Pasaron muchísimas cosas. Siempre hay acción; es gente que no tiene a dónde regresar, a dónde salir a trabajar en la mañana y regresar por la noche, recoger a los hijos de la escuela, ir a dormir y llevar una vida regular. Están en la calle, en un campamento de fortuna. Todo el mundo está hablando, recogiendo información. Algunos cantan, otros cuentan, algunos inician un mitin político, hay manifestaciones, están pasando muchas cosas.
Me quedé un rato y decidí escribir sobre lo que había visto. Así nació una crónica: algo que uno relata sobre lo que está sucediendo en la realidad, desde el punto de vista del yo: “yo veo esto y me muevo y veo aquello». Trato de relatar toda la aventura que fue estar allí, las aventuras que estaban viviendo ellos en ese momento, y la aventura en general de lo que estaba sucediendo. Regresé a México, lo escribí porque así somos los escritores; tenía que relatar lo que había visto. Poco a poco, la preocupación me volvió a entrar y pensé: «Si fue tan sorprendente, humanamente intrigante y revelador conocer a los migrantes que llegan a la frontera norte, ¿por qué no ir a la frontera sur del país, que no conozco?» Quería conocer qué está pasando del otro lado del país y, como mexicana, entender mis propias fronteras y lo que está ocurriendo con un tema que tanto me ha interesado toda la vida. Dije: «Vamos a Tapachula».
Aproveché unas vacaciones en mi trabajo en la universidad y me fui a Tapachula. Otra vez, fue toda una aventura. Conocí a unos migrantes que estaban allí, en el trasiego de balsas, también mucho contrabando entre México y Guatemala, en el río Suchiate. Estaban allí instalados esperando otra caravana que venía. Me quedé con ellos esperando la caravana, durmiendo en el río Suchiate, porque me sentí de repente cercana a ellos. Hicimos migas, platicamos y empezaron a pasar cosas. Me sentí protegida por una especie de familia, de fortuna, que se hace ahí. Les dije: «Soy escritora». «Ah, muy bien, nosotros somos migrantes». Estábamos cotorreando y pasaban cosas. Te pones en un lugar con tanto movimiento de voluntades, esperanzas y gente desocupada, que empiezan a pasar todo tipo de cosas. Puedes conocer a las personas en un momento en el que están completamente volcadas hacia el exterior, aunque también guardan sus secretos, el chiste es adivinarlos o intuirlos. Fíjate que pregunté poco. Ya hacia el final, preguntaba más, pero me dedicaba a escuchar, como un papel fotográfico que expones a la luz. Me puse ahí, empecé a platicar y, más bien, escucho y observo. Eso es lo que reporto: la historia de lo que vi y lo que escuché durmiendo en el río Suchiate con unos migrantes.
Después de escribir esta crónica, quise regresar con esta historia porque me pareció increíble descubrir lo que traen estas personas en la cabeza, por lo que pasan, lo que esperan, y todas las contradicciones que hay en cada una de ellas. Decidí hacer otras crónicas, ir a otras ciudades de la frontera, dije: «Aquí hay mucho por descubrir, comprender, retar también». Retarnos intelectualmente, ¿qué está pasando, quiénes son exactamente estas personas? Porque no es nada simple comprender a toda esta población en movimiento. No todos van a Estados Unidos por razones económicas o porque están perseguidos. Hay de todo: quienes van por razones de salud, quienes buscan a un hijo para regresarlo, lo que sea. Hay muchísimas razones. Así que me planteé un proyecto formal de ir a las otras principales ciudades de entrada a México y de salida, y sumergirme nuevamente, volverme a dejar atrapar por lo que está pasando allí, ser un observador y poder reportar no sólo lo que se ve, sino lo que se está viviendo, la historia que se está haciendo ahí mismo. Al inicio, yo estaba muy tímida, pero al final haces relaciones: ellos van a acordar de mí tanto como yo de ellos. Algunos me siguen y me buscaron por Facebook y estamos en contacto. Soy la mexicana escritora que conocieron en el camino, y ellos son los migrantes que conocí en el camino. Hay un intercambio ahí.
Fotografía: Ilan Weiss
PUNTOS SUSPENSIVOS: ¿Cuál crees que fue el cambio en ti? Obviamente, hubo un cambio en el interés, en la escritura, en cómo narrar una historia y en mimetizarte un poco con el movimiento de la caravana migrante. Pero más allá de eso, en el fondo, ¿qué cambios personales crees que se generaron en ti?
YAEL WEISS: Pues mira, lo sospechaba, pero no me lo había realmente formulado. Es que son una muestra de eso: siempre hay cientos de migrantes, miles de migrantes en las ciudades fronterizas. No es una población fija; va cambiando, y al mismo tiempo, es la misma y siempre es diferente. La verdadera lección es que cada persona es irreductible a un estereotipo. No puedes decir: «Ah, todos estos migrantes están huyendo de El Salvador y la Mara Salvatrucha». Son historias muy diferentes; todos tienen sueños diferentes y van cambiando sus ideas en el camino. Eso es muy importante: se van transformando.
Yo durante mucho tiempo los consideré héroes. Pensaba: «Estos son los nuevos héroes de hoy, los que se atreven a salir y a romper todos los muros invisibles». Por eso le puse «los muros de aire». Antes de llegar al gran muro de Estados Unidos, tienen que romper los muros de la pobreza, el prejuicio contra la mujer que se va. Una mujer que deja un pueblo en Guatemala o en Honduras no puede regresar así nada más a reinsertarse a su pueblo; ya ha vivido mucho. Todos estos muros que la gente rompe para irse, también rompen las barreras del miedo. A veces tienen que salir corriendo, por supuesto, pero no todos. La violencia y la pobreza son violencias que la gente asume durante mucho tiempo. Yo los consideraba héroes por todo lo que sortean: cómo evitan la policía o los balazos, cómo cruzan ríos, las estrategias para atravesar montes y cómo se las arreglan cuando alguien se les rompe el pie en medio de la nada. Es la aventura clásica del héroe, que escapan de la muerte constantemente. Los héroes de cualquier saga están todo el tiempo arriesgándose a la muerte, como Ulises, el astuto que escapa de brujas y monstruos, pues éstos también.
Sin embargo, estos migrantes también son víctimas. Son personas que tienen todo en contra, que sufren mucho prejuicio, acoso, persecución, y tienen pocas oportunidades. Son víctimas de trata, corrupción, y la clandestinidad les cuesta carísimo; a menudo acaban endeudados. Tienen que conseguir dinero a cualquier costo y son víctimas de la violencia de sus países de origen y del camino. Entonces, son héroes, víctimas, pero también gente que tiene esperanza, pero también está desesperada; son dos cosas al mismo tiempo. Me sorprendió ver en ellos todo lo que somos como humanos, todos los matices del ser humano. Te das cuenta de que en una situación extrema, tú seguramente serías muy parecido a muchos de ellos. Ése se parece a tu tío, a tu primo, a un amigo de la escuela. Nunca sabes en qué momento podrías estar en su situación. La mayor lección para mí fue la absoluta diversidad y similitud al mismo tiempo. Ellos son otros nosotros.
No solo eso: algunos realmente quieren otro tipo de vida, viajar y conocer. Nosotros también. Cuántos de nosotros, o de quienes nos escuchan, no hemos querido vivir en otro lugar que en el pueblo o la ciudad donde nacimos. Sí, todos tenemos derecho a movernos, pero para algunos no es tan fácil. Somos gente que nos gusta explorar, igual que los niños pequeños que, al empezar a gatear, quieren ejercer su libertad de movimiento. No somos plantas, somos gente que se mueve. Nos hemos distinguido a través de la historia por movernos por muchísimos kilómetros a lo largo de las generaciones. Quizás lo que no es natural son las fronteras, esas paredes construidas en la Tierra que impiden el paso. Eso es lo artificial: las paredes sociales y políticas que hemos creado.
PUNTOS SUSPENSIVOS: Ahora que has llegado a la crónica, ¿vas a regresar a la ficción?
YAEL WEISS: Ya regresé. Llevo muchísimos años, incluso antes de este libro que se me cruzó, escribiendo una novela que está muy inspirada en la autobiografía. Ahí también hay un juego entre la realidad y la ficción, y es difícil porque tomo personajes reales, lo cual es delicado. Como me preguntabas, uno de los retos de la crónica es trabajar con personajes reales porque no puedes hacer con ellos lo que quieras. Es más fácil con personajes ficticios o con los muertos, pero con las personas que están vivas, es más complicado. Ellos leerán lo que escribes y podrían molestarse, así que debes tener un cierto respeto.
En mi caso, he seguido escribiendo crónica, aunque inicialmente no quería continuar con eso y me enfocaba en mi novela, pero las circunstancias me llevaron al campamento de haitianos en la Ciudad de México, donde escribí otra crónica que publiqué en Nexus. Hace poco, me contactaron de Alemania porque querían reproducir un fragmento de mi libro o alguna crónica, y al final me encargaron una nueva crónica. Así que volví a Tijuana en 2024, después de seis años, y la situación es totalmente distinta. Cada vez que se va a la frontera, es la fotografía de un momento.
PUNTOS SUSPENSIVOS: ¿Te gustaría invitar a nuestro auditorio a que busquen tu libro? ¿Dónde pueden contactarte?
YAEL WEISS: Claro, en redes soy @yael_a_weiss. Me encantaría que me leyeran. Se puede comprar el libro se supone que casi en cualquier librería. Está publicado en Debate, por Random House, así que está bastante distribuido. También se puede pedir por Amazon, en formato ebook, etc. Por supuesto, si lo leen y quieren platicar conmigo sobre algo que les haya llamado la atención o alguna duda sobre tal o cual persona, sobre algo que cuento, me encantaría que me escribieran un mensaje. Seguro que responderé. Uno escribe justo para hacer un diálogo sobre lo que vi y sus opiniones al respecto. Éste es el principal objetivo de mi trabajo: fomentar la conversación y el intercambio.
Fotografía: Rosy Robledo