CAROLINA DÍAZ FLORES
Las personas transgénero enfrentan una serie de desafíos en términos de salud que son específicos de su identidad de género y contexto social. Estos problemas no solo están relacionados con cuestiones médicas, sino también con barreras sociales y psicológicas, las cuales requieren una respuesta coordinada y empática por parte del sistema de salud pública. Es fundamental abordar estos problemas de manera integral para garantizar que las personas transgénero tengan acceso a una atención médica adecuada, inclusiva y libre de discriminación.
La necesidad más urgente es que las personas transgénero tengan acceso a atención médica inclusiva y sin discriminación:
Uno de los problemas más significativos que enfrentan las personas transgénero es la discriminación en el sistema de salud. Especialmente las mujeres trans y las personas no binarias, a menudo se encuentran con profesionales de la salud que carecen de formación en cuestiones de identidad de género. Esto puede llevar a diagnósticos erróneos, actitudes hostiles o falta de respeto durante la atención. Un estudio de 2015 de la National Center for Transgender Equality en los Estados Unidos reveló que el 33% de las personas transgénero habían experimentado discriminación en el ámbito médico, lo que les llevó a evitar consultas por miedo al rechazo.
El acceso a una atención médica adecuada es vital, ya que muchas personas transgénero requieren servicios de afirmación de género, asesoramiento psicológico y apoyo médico especializado para poder gestionar su identidad de género de manera saludable. Además, muchos de estos servicios no están fácilmente disponibles o son inasequibles debido a la falta de políticas públicas inclusivas.
Otra de las necesidades más sentidas es la que aborda la salud mental, sobre todo: ansiedad, depresión y disforia de género.
La salud mental es una de las áreas más afectadas para las personas transgénero. La disforia de género, o el malestar causado por la incongruencia entre el sexo asignado al nacer y la identidad de género experimentada, puede ser una fuente significativa de angustia psicológica. Aunque no todas las personas transgénero experimentan disforia de género, aquellas que sí la experimentan pueden enfrentar niveles elevados de ansiedad, depresión y suicidio.
Un estudio realizado en 2014 por la American Foundation for Suicide Prevention indicó que el 40% de las personas transgénero en los Estados Unidos habían intentado suicidarse en algún momento de su vida, una cifra alarmantemente alta en comparación con la población general (cerca del 4%). La falta de apoyo social, la discriminación y el estigma social son factores clave que contribuyen a estos altos índices de trastornos mentales entre las personas transgénero.
Además, la violencia y discriminación son un riesgo constante pues las personas transgénero, especialmente las mujeres trans y las personas de raza negra, enfrentan niveles alarmantes de violencia física, emocional y sexual. En muchos países, las mujeres trans tienen una tasa de homicidio mucho más alta que las mujeres cisgénero. De acuerdo con el informe de Transgender Europe (TGEU) sobre violencia contra personas trans, solo en 2020, se registraron 350 homicidios de personas trans a nivel mundial, con un 80% de estos homicidios ocurriendo en América Latina.
Además de la violencia física, la discriminación estructural afecta a las personas transgénero en diversos ámbitos de la vida, como el empleo, la vivienda y la educación. Esta exclusión social contribuye a la precariedad económica, lo que a su vez agrava problemas de salud, pues limita el acceso a servicios médicos adecuados.
Sin duda, los problemas de salud relacionados con la transición médica son una de las deudas más evidentes a este sector de la población, pues las personas transgénero que eligen realizar una transición médica (que puede incluir terapias hormonales y cirugía de afirmación de género) enfrentan riesgos adicionales. Los tratamientos hormonales, como la terapia de reemplazo hormonal (TRH), tienen efectos secundarios a largo plazo que requieren un monitoreo constante. Las personas que toman hormonas feminizantes (estrógenos y antiandrógenos) pueden aumentar su riesgo de trombosis, hipertensión y enfermedades cardiovasculares. Por otro lado, las personas que toman hormonas masculinizantes (testosterona) pueden tener un mayor riesgo de apnea del sueño, trastornos hepáticos y cambios metabólicos.
Las cirugías de afirmación de género, como la vaginoplastia o la mastectomía, son procedimientos invasivos que requieren un seguimiento postoperatorio estricto para evitar complicaciones. Además, la falta de acceso adecuado a estos tratamientos debido a limitaciones económicas o a la falta de cobertura de seguros médicos puede dejar a muchas personas transgénero en una situación vulnerable, exacerbando los problemas de salud física y mental.
Salud sexual y prevención de ITS
Las personas transgénero, especialmente las mujeres trans, tienen un mayor riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual (ITS), como el VIH, debido a factores como la marginalización social, la falta de educación sobre prácticas sexuales seguras y el trabajo sexual, que es común en muchas comunidades transgénero por razones económicas. La discriminación en los servicios de salud también contribuye a que estas personas tengan un acceso limitado a pruebas de ITS y otros servicios preventivos.
La falta de estrategias de salud pública inclusivas y culturalmente competentes ha sido un obstáculo importante en la prevención del VIH entre personas transgénero. Un informe de la Organización Mundial de la Salud de 2016 señala que las personas transgénero tienen una probabilidad de infección por VIH 49 veces mayor que la población general, en parte debido a la falta de servicios de salud adaptados a sus necesidades.
Salud reproductiva y anticoncepción
Las cuestiones de salud reproductiva para las personas transgénero son complejas y varían dependiendo de si la persona sigue conservando la capacidad reproductiva o ha tomado pasos en su transición. Por ejemplo, un hombre transgénero (asignado mujer al nacer) puede enfrentarse a la necesidad de servicios de anticoncepción, pruebas de Papanicolau o seguimiento ginecológico, a pesar de haberse identificado como hombre y de haber iniciado tratamiento con testosterona. Por otro lado, las mujeres transgénero que han optado por tratamientos hormonales pueden enfrentar la infertilidad o la necesidad de preservar su esperma antes de iniciar la terapia hormonal.
Estigma y barreras sociales
La exclusión social, el estigma y la discriminación son factores cruciales que afectan la salud física y mental de las personas transgénero. La marginalización afecta no solo la salud, sino también la calidad de vida de estas personas, ya que enfrentan prejuicios en el lugar de trabajo, en la vivienda, y en otros servicios. El impacto de este estigma es particularmente grave en contextos como el acceso a la vivienda, donde muchas personas transgénero se ven obligadas a vivir en situaciones de alta vulnerabilidad económica y social.
Por último, los problemas de salud de las personas transgénero son variados y complejos, abarcando tanto la salud física como la mental, y están influenciados por factores sociales, económicos y culturales. La falta de acceso a atención médica adecuada, el estigma y la violencia, junto con los desafíos asociados con la transición médica y la salud sexual, requieren una respuesta urgente y coordinada desde la salud pública. La educación, la sensibilización y las políticas públicas inclusivas son esenciales para mejorar la calidad de vida de las personas transgénero y garantizar que sus derechos sean respetados dentro del sistema de salud.