
ENRIQUE GARRIDO
¿Qué pasaría si todas nuestras necesidades materiales fueran cubiertas? Vamos, si tuviéramos recursos ilimitados y no existieran agentes externos que atentaran contra la existencia humana, ¿el mundo viviría una era digna de los folletos de los testigos de Jehová?, ¿o tal vez, sólo tal vez, terminaríamos colapsando por la sobrepoblación y entraríamos a un estado salvaje y primitivo?
Durante las décadas de los 50 y 70 se vivió un periodo de miedo por una probable sobrepoblación en el mundo, en gran medida por el libro The Population Bomb de Paul Ehrlich (1968) donde planteaba que el aumento en la natalidad (sobre todo en países en vías de desarrollo) generaría hambrunas masivas y disturbios sociales. Fue por esas fechas que el investigador del comportamiento y etólogo del Instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU. (NIMH), en Maryland, John B. Calhoun realizaría un experimento sumamente monstruoso.
El “Universo 25” buscaba analizar las posibilidades de la utopía. Calhoun ideó una sociedad de ratones perfecta: en una caja de aproximadamente 6 metros cuadrados colocó a 8 ratones, los cuales estarían provistos de todo lo necesario para vivir. Inicialmente todo funcionaba bien y la población comenzó a crecer dadas las condiciones, pero, al llegar a 620 individuos, los problemas surgieron.
¿Cuál sería el mayor conflicto en una sociedad que nos da todo? El espacio. Como si se tratara de la lucha generacional, los ratones jóvenes se volvieron inadaptados al ser incapaces de encontrar su lugar en la jerarquía social. Por su parte, las hembras solteras se aislaban en nidos en los niveles superiores, viviendo como ermitañas. Lo más perturbador vino con los «machos alfa», quienes exhibían una agresividad extrema, llegando incluso al canibalismo; aunque otros machos, en el otro extremo, se volvieron apáticos, dedicando sus días a comer, beber y acicalarse sin interactuar con los demás. Algunas madres, abrumadas por el estrés del hacinamiento, descuidaban a sus crías, las abandonaban o atacaban. Así, la mortalidad infantil se disparó, alcanzando tasas de hasta el 96% en algunas áreas.
A todo este descenso social Calhoun lo denominó Behavioral Sink (drenaje conductual). Dicho término aparece en su reporte del 1 de febrero de 1962, en un artículo titulado «Densidad de la población y patología social», en la revista Scientific American sobre el experimento de las ratas y plantea los peligros de llegar a tal cantidad de población que rompería con las estructuras sociales, lo que generaría un estado donde perderíamos nuestra humanidad.
Ahora bien, es importante luchar ante el seductor fatalismo de establecer un pronóstico paralelo en la humanidad y advertir sobre los peligros y las profecías catastrofistas, pero no. Lo cierto es que las sociedades humanas funcionan diferente y es prácticamente imposible llegar a estos escenarios, como lo plantea Hans Rosling en Factfulness donde se expone que una alta tasa de natalidad al final tiende a estabilizarse.
Sin embargo, este experimento plantea varios dilemas respecto al progreso y bienestar. Frente a la poderosa metáfora que representó sobre la complejidad de las sociedades, quizás valga la pena reflexionar sobre la naturaleza humana y los límites sociales, así como las circunstancias que nos acercarían a la barbarie, a convertiríamos en ratas habitando el Universo 25.