A veces la felicidad mudará su rostro
Cómo duele el símbolo
sin ser perceptible.
Cómo pesa el día,
en sus horas
en su inexistencia.
Yo cerrado al mundo,
infinito renegado de Dios,
por qué no abandonas tu nido.
Ese canto no son monstruos.
Sólo la noche
que enorme abre tus miedos.
Conviértete entonces
en domador de bestias,
acaricia a las furias,
besa las sombras.
Y en el temblor
sentirás tu corazón.
Al soñar el mundo te toparás con dolor
Tu pérdida me duele como la ausencia de mi padre
como la indiferencia del mundo
como la ofensa inconsciente disfrazada de sinceridad
Me duele tanto como el miedo en la infancia
que no tiene rostro
pero alucina orfandad
Es una agonía que me ha dejado el temblor en la carne
La falta de fe en toda la magia y en sus dioses
Es la presencia de la muerte en mis ojos
la locura o Manía
el fantasma que intimida a los niños romanos
Como el cansancio del esclavismo moderno
Como el machismo, feminismo y demás odios sociales
Como la inmensidad del mundo para un corazón barroco
Como despertar y saber que nada tiene sentido
ni buscar uno en la penumbra de las ilusiones
En la locura vivirás el desamparo
A Baudelaire, mi interpretación.
No nos abandones, Señor,
a nosotros los locos.
Ten piedad de nuestras angustias
y quítanos la vida.
La naturaleza siendo muda arrullará nuestro canto
Que en la hierba oscura se oculte tu nombre
oh la más divina de las ilusiones
que a los ojos amargas
y arrastra a los infiernos
donde como héroes vivimos
Oh, señor malvado,
padre cruento e impío
Y darás las gracias por ser miseria frente a lo horrible
De mi relación extraña con el mundo,
Yo, agente sin sombra,
qué soy.
¿Acaso engaño?
No,
me engañan.
Dejo de sentir.
Como si no pudiera ser yo nada,
como si no pudiera hacer yo nada.
Me seducen.
Mi voz se pierde:
Soy Otro.
Entre heridas se abrirá todo camino
Sí vida me dueles
y a cada instante te pido muerte
porque envuelta en la sombra lejana del sol
esperanza es persecución cuando
estando aquí
vivo en el vacío