Por: Gibrán Alvarado*
Para Juan de Jesús
El acercamiento a cualquier objeto estético posibilita una variedad de interpretaciones, cada espectador experimenta diversas sensaciones ante una misma representación, las cuales están condicionadas por muchos factores. Ejemplo de ello es la experiencia cinematográfica y en estos días de pensar en la redacción de la columna llegó a mi mente The Father (2020), película dirigida por Florian Zeller. En ella se describe la relación entre un padre que sufre demencia senil y su hija, recuerdo que uno de los aspectos que más me gustó de la trama es que no se abordaba desde la simplicidad melodramática para la que se presta la temática que desarrolla.
El largometraje no reconforta, por medio del montaje y el diseño de producción sumerge al espectador en la realidad percibida por Anthony, la pérdida y el olvido se convierten en la cotidianidad de los personajes y ese desconocimiento del entorno torna rígida la relación entre ellos. De todo este entramado de relaciones humanas destaco las afectivas, específicamente las que solemos tener con nuestros progenitores y cómo, con el devenir, se va modificando la perspectiva que tenemos sobre la crianza y los vínculos que creamos con ellos.
Este comentario lo escribo de madrugada, en la habitación de un hospital mientras vigilo el sueño de mi papá, lo cuido y tengo que estar al pendiente del monitor que marca sus signos vitales, cada cierto tiempo sigo con la mirada sus brazos para cerciorarme que todos los aditamentos estén en su lugar y no se retire ninguno de los sistemas de perfusión. Estos días de cuidados se tornan lentos y en otras ocasiones se pasan con gran rapidez, saber que está bajo la supervisión de los médicos tranquiliza y espero que la mejoría llegue poco a poco.
Como en The father, la manifestación de ese amor, ese cariño, ese algo indescriptible que nos entrelaza a los seres queridos. Mi padre, de un día para otro, pasó de comentar los temas de mis posibles columnas y los resultados del fútbol a no reconocerme, más allá de eso, en las palabras de sus respuestas siento la relación que nos une desde siempre, en sus expresiones y sus gestos encuentro sus regaños, sus consejos y sus halagos.
El ciclo de la vida es inevitable, y así como en la película, el ser y estar es algo que no se queda en el plano corpóreo porque, aunque estemos lejos (al no ser reconocidos) o cerca de alguien, el recuerdo proporciona esa tranquilidad al pensar en determinados momentos compartidos, así como reconfortan los diálogos, los movimientos o tenerlos a nuestro lado. De esta forma, la angustia por no saber qué sucederá el día de mañana se transforma en una expectativa de sosiego y esperanza por lo que vendrá, esto será una experiencia recordada en los cotilleos familiares y es una muestra de que somos queridos con el simple hecho de sentirnos acompañados sin necesidad de cuerpos o palabras.
Wow, que bonito, ánimo, y siempre es y seguirá siendo súper querido 🫶🏻