ASTRID CARRILLO GARRIDO
Imagen: Freepik
Mi padre me contó que cuando nací abrí los ojos y lo primero que vi fue a él. Pienso que naces cuantas veces eres visto por quien te ama. Hoy agradezco que ese día nací dos veces y también nació él, nació para mí.
Sin duda la forma en la que nos relacionamos ha cambiado y con ello la forma en la que se paterna. Ver al padre amoroso que juega con sus hijos y les da espacio para que sean auténticos, además de escucharlos, cada vez es más común.
Quedó atrás el padre que no abraza a sus hijos y que no dice «te quiero» porque siente que esto va en contra de su masculinidad.
Se entiende que es difícil hacerlo, ya que así fue su papá y el papá de su papá, así por tantas generaciones que es la forma en la que aprendió a ser padre.
Quedó atrás el padre que no juega con sus hijos, incluso aquel que no los deja jugar porque hay que ayudar en casa si eres niña y aprender de herramientas y trabajo si se es niño. El padre que con buena intención nos enseñaba cosas de adultos, pero nos arrebataba la infancia. Ahora hay un padre que se convierte en niño para jugar a las escondidas, les enseña esos juegos lejos del celular, juegos como los encantados, la trae o brincar la cuerda.
Quedó atrás el padre que se iba a trabajar todo el día y que al llegar sólo hablaba de trabajo, pidiendo a los hijos que no lo molestaran porque fue un día agotador; ese que llegado el fin de semana se sentaba frente al televisor a ver el futbol y beber. Ahora son padres que dentro de todas las actividades valiosas que realizan y el trabajo arduo para sostener la casa y familia, también crean un espacio en la agenda para ir a pescar, andar en bicicleta o explicar las reglas del futbol mientras las juega, un padre que enseña cómo disfrutar y amar la vida.
Quedó atrás el padre que no permite que el hijo vea caricaturas creyendo que la risa y las lágrimas son para débiles. Ahora los papás se sientan con sus hijos, los llevan al cine a ver una película de niños entendiendo que es parte de su aprendizaje, de pasar un buen rato, desarrollar empatía con ciertos personajes y al salir tener un tema en común para platicar.
Quedó atrás el padre que aborta, ese que al disolverse el matrimonio se perdía su rastro y del que no se recibía amor, presencia ni apoyo económico. Ahora hay leyes que los obligan. Pero independientemente de las leyes, los padres de ahora desean estar presentes y tienen la madurez para dar cabida a sus hijos incluso si tienen una nueva familia, son capaces de resolver conflictos, educar y amar.
Pues si bien no todo esto es verdad, me alegra conocer algunos padres que con esfuerzo realizan estos cambios y son parte de una revolución. Felicidades a ellos que con el ejemplo divulgan una nueva forma de ser padre, felicidades a aquellos que después de leer, sienten un deseo por ser un padre ejemplar. Y si, ya no es día del padre, pero se es padre todos los días y para siempre.