
ENRIQUE GARRIDO
2011 fue un año convulso, estuvo marcado por la independencia de Sudán, las primeras manifestaciones del movimiento Occupy Wall Street, así como de la primavera árabe, y la Operación Lanza de Neptuno, la cual terminó con la vida de uno de los villanos favoritos de la propaganda gringa: Osama bin Laden. También será recordado porque en ese año salió una canción cuyo tono y video se caracterizó por lo sugerente de su ritmo y movimientos. Sexy and I Know It del dúo LMFAO se escuchaba en todas partes. Se trataba de un manifiesto de autoestima, de deambular por una playa con la confianza corporal suficiente de usar tangas con animal print y pasos de baile provocadores. Ser sexy al exhibir el cuerpo.
Durante mucho tiempo, quienes profundizaban en la literatura, filosofía, o los libros en general, jugaban fuera del espectro “sexy”. Los estereotipos del “matado”, “ratón de biblioteca” o “nerd” (quizás acá escuche un “ya siéntese señor”) aislaban a las personas y las relaciones se volvían un poco de nicho. La verdad es que tampoco quitaba el sueño no considerarse dentro de lo sexy, definido por la RAE como “que tiene atractivo físico y sexual”. Siempre apreciaré más la relación de la lectura con lo “sensual”: “perteneciente o relativo a las sensaciones de los sentidos” o “que incita o satisface los placeres sensuales”. Quienes escribimos aspiramos a estimular los sentidos de los lectores.
Obviamente todo es percepción, y habrá gente que pueda rebatir lo anterior; sin embargo, no pueden negar que una de las noticias más comentadas por la gente de letras fue la de Marita Alonso para El País “Un tío que lee en el metro es más sexy que uno que mira el móvil’: cómo los libros se han convertido en reclamo erótico”, la cual plantea que, en 2025, el valor de la lectura como rasgo se ha vuelto muy atractivo en el mundo de las citas, desplazando al estereotipo del hombre rico y trajeado. Asimismo, la aplicación Klerb, la cual conecta a personas por sus gustos literarios y clubes de lectura (todos estamos en uno, vayamos o no) combinan lectura y socialización con un tono provocador.
¿Qué tendríamos de atractivo los adoloridos de la espalda con inicios de miopía? Bueno, resulta que la lectura es percibida como una actividad que implica atención, imaginación y ocio consciente. Ok, eso ya lo sabíamos, lo interesante radica en que es especialmente valorada porque menos hombres que mujeres leen en su tiempo libre. Y si bien, sabemos que leer no garantiza mayor inteligencia, la conexión intelectual y emocional que genera resulta clave en la atracción.
No sé si esto sea una evolución o variante de la sapiosexualidad, definida por la sexóloga Lucia Jiménez como: “una orientación sexual en la que el rasgo principal que produce atracción de una persona es su inteligencia y la conexión intelectual que se tenga. De este modo, para la persona que siente deseo, el género o sexo de la otra persona no es relevante”. Insisto, la lectura no te hace inteligente por sí misma, pues hasta el chatGPT puede acumular datos, pero también lo sexy juega mucho en el campo de la percepción. Por ello, resulta curioso que, dentro de mi círculo cercano de lectores y lectoras, las opiniones fueron divididas. Imagino que, si ya viste al conejo, el mago ya no te sorprende.
La nota también advierte de los “lectores performativos”, aquellos que fingen el hábito; o lecturas feministas para atraer mujeres bajo la bandera de “aliados”. Así que mucho ojo, cuata (léase con voz de Chabelo). Al final, cuando alguien es honesto con la lectura, no le importa ser catalogado en el campo de lo sexy, y tampoco preocupa porque siempre habrá alguien que comparta tus gustos. Aunque, no está de más abrirse a la experiencia. En Sexy and I Know It hay una parte que dice: “When I walk in the spot, this is what I see/ Everybody stops and they staring at me/ I got passion in my pants and I ain’t afraid to show it”, así que los invito a compartir sus lecturas en redes; el libro y el café sin falta y, me imagino, que entre más voluminoso mejor.