ANA RODRÍGUEZ MANCHA
Con el advenimiento de la tecnología, miles de invenciones digitales están presentes en la vida cotidiana de las personas, sin distinción de raza, credo o condición socioeconómica, con el único objetivo de hacer más fácil la vida diaria. Aunque en muchas ocasiones dicha tecnología se utiliza para fines distintos a los que fue creada, ese será otro tema a tratar.
Las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación) llegaron a revolucionar los conceptos de interacción, dejando a un lado lo presencial por la plataforma, entre compañeros de trabajo, familia, docentes y alumnos, y emergiendo en un nuevo concepto de convivencia a través de tabletas, celulares o computadoras.
Desde 2020, cuando llegó oficialmente la pandemia por COVID-19, se instauró, aumentó y priorizó la interrelación virtual entre personas, haciendo “home office” y “clases online” por casi dos años, como medida preventiva de contagio contra el enemigo público número uno en ese momento, me refiero al virus SARS-CoV-2.
Siempre hemos sabido que todos los excesos son malos, incluyendo el aislamiento de las personas, ya que el ser humano es, por excelencia, altamente sociable. Actualmente, continuamos sufriendo las devastadoras consecuencias físicas, psicológicas y sociales que sembró ese aislamiento por tan desgarradora enfermedad.
Fue en la década de los 2000 cuando aparecieron los smartphones, pequeños ordenadores que caben en la mano y se pueden utilizar prácticamente en cualquier parte del mundo. Con su llegada, el Dr. Fishman implementó por primera vez el término «text-neck» para definir una lesión de cuello, caracterizada por dolor intenso asociado a una postura mantenida con frecuencia y por un prolongado tiempo mientras se utiliza algún dispositivo electrónico.
La columna cervical soporta aproximadamente 5 kilos de peso correspondientes a la cabeza en un ángulo de cero grados, considerando esta como la posición anatómica normal. Sin embargo, cada vez que se modifica la flexión del cuello, se produce cierta tensión en los músculos. Por ejemplo, si se inclina treinta grados, la columna estaría soportando 8 kilos del peso de la cabeza, pero si se inclina 60 grados, sería un total de 27 kilos sobre el cuello, más de 5 veces el peso soportado normalmente.
El ajetreo diario de una vida acelerada y el uso indiscriminado de las TIC contribuyeron a la aparición de este síndrome, que se caracteriza por presentar dolor cervical, que se puede irradiar a la parte baja de la espalda, cefalea, irritabilidad, astenopia (fatiga visual), xeroftalmia, miopía, ansiedad, estrés, depresión, hormigueo, entumecimiento de brazos e insomnio, que en conjunto han lacerado significativamente el rendimiento en las actividades diarias. Se puede presentar en cualquier edad, pero tiene un predominio entre los 12 y los 35 años, donde el uso indiscriminado de aparatos va en aumento.
Entre las complicaciones más relevantes se encuentra el desgarro muscular del área cervical, que amerita intervención quirúrgica, así como la dependencia y adicción a las redes sociales, provocando problemas de sueño, personalidad, estrés, depresión y ansiedad.
Algunas recomendaciones preventivas se enfocan en la modificación de los malos hábitos adquiridos, fortaleciendo lazos familiares, promoviendo la convivencia presencial con los seres queridos y dedicando tiempo de calidad en familia. Se sugiere disminuir o retirar las horas frente a tabletas, computadoras o celulares.
Ahora bien, si la actividad es prioritaria y no se puede descartar por temas académicos o de trabajo, se recomienda hacer pausas activas, descansando cada una o dos horas, utilizar sillas ergonómicas que mejoren la postura del cuerpo y colocar las pantallas a la altura de los ojos, evitando en todo momento encorvarse.
Por último, se aconseja fortalecer los músculos del cuello con movimientos laterales, hacia arriba, hacia abajo y rotatorios de 10 a 30 segundos cada 45 minutos, así como realizar estiramientos ligeros en los pies para que de esta forma se haga circular el torrente sanguíneo hasta el cerebro. Recuerda no automedicarte y acudir con tu médico o médica de cabecera, para que juntos hagamos prevención en la salud.