
“En mi opinión, la flotación se basa principalmente en un estado interno de coherencia emocional en el agua misma. Lograr este estado emocional requiere que los aprendices exploren un estado de existencia calmado y «estacionario» en el agua dentro de entornos de piscina.”
Andrea Andrews
PERLA YANET ROSALES MEDINA
De no escribirse sobre nadar, nunca se habría dejado plasmado en estos textos algo verdaderamente personal. Esta columna, que jamás ha sido puramente científica, ha estado siempre atravesada por hallazgos que desbordan la exactitud. En esta ocasión, se hablará de una esquinita de la natación: flotar.
En más de una ocasión se ha preguntado por qué, para algunas personas, resulta más difícil aprender a flotar. La respuesta a esta pregunta no es sencilla, sobre todo porque no se trata de un fenómeno puramente físico, sino que se ve atravesado también por implicaciones psicológicas y sociales.
Desde la física, la flotación se encuentra descrita por el principio de Arquímedes, el cual establece que, al sumergirse un objeto en un fluido (por ejemplo, en agua), dicho objeto experimentará una fuerza hacia arriba —es decir, hacia la superficie— equivalente al peso del volumen de agua que desplaza. Esa cantidad de agua desplazada tiene más que ver con la densidad del material que se sumerge que con su volumen.
Puede imaginarse, por ejemplo, que se sumergen en una piscina un cubo de madera y un cubo de acero. ¿Qué se cree que ocurrirá? No es necesario conocer el principio de Arquímedes para intuir que el cubo de acero se hundirá y que, en cambio, el de madera flotará. Esto sucede porque la densidad de la madera es menor que la del acero.
El principio de Arquímedes permite describir de forma general el fenómeno de la flotación; sin embargo, si se profundiza más en el concepto, se encontrará que este también se ve afectado por las propiedades físicas del fluido en el que los objetos se sumergen, como la temperatura y la osmolaridad. La densidad del agua, por ejemplo, varía con la temperatura: su densidad máxima es de 1000 kg/m³ y se alcanza a 4 °C, mientras que a 0 °C es de 920 kg/m³ y a 100 °C, de 958.3 kg/m³. En cuanto a la osmolaridad, se han realizado estudios que permiten observar con mayor claridad la influencia de la composición del agua en la flotación. Tal es el caso del artículo científico Human body buoyancy: a study of 98 men, en el que se comparó la flotabilidad de un grupo de hombres en agua dulce y en agua de mar. Se observó que todos los individuos lograban flotar en ambos entornos cuando su capacidad pulmonar estaba al 100%. El experimento se repitió, esta vez reduciendo la capacidad pulmonar a niveles similares a los de un cadáver reciente. Bajo esas condiciones, sólo el 68 % de los participantes pudo flotar en agua de mar, y únicamente el 7% logró hacerlo en agua dulce. Estos resultados permiten comprender cómo variables físicas, biológicas y químicas convergen en el fenómeno de la flotación.
Cuando el objeto sumergido es una persona, en lugar de un simple tablón de madera, la ecuación se complejiza. Entran en juego tanto la composición corporal —en términos físicos— como la relación subjetiva que el individuo tiene con el entorno acuático. Queda claro entonces que flotar no es únicamente una cuestión de proporciones entre densidades, sino también un fenómeno que implica la complejidad de nuestros cerebros.
La natación, en el caso humano, se considera un movimiento ontogenético y no filogenético; es decir, no se ha evolucionado para ser nadadores de manera natural. Flotar, en ese sentido, no es un acto instintivo, sino un aprendizaje. En términos psicológicos y sociales, puede adoptarse la visión de Andrea Andrews en su artículo How to Help People Float, donde plantea que la enseñanza de la natación no consiste únicamente en la parte técnica, sino también en un acompañamiento emocional que permita a las personas reconectar con su cuerpo y con la sensación de seguridad. Son principalmente los miedos, la ansiedad o los traumas relacionados con el entorno acuático los que dificultan el aprendizaje de este deporte.
En todo caso, flotar para los seres humanos no se simplifica a principios físicos o fenómenos biológicos. En el contexto de la enseñanza de la natación, o más específicamente de la flotación, se trata de brindar a quienes aprenden la posibilidad de habitar el agua sin temor, de dejarse llevar sin rendirse. Porque, a veces, flotar es también una manera de resistir.