Abrir nuestras bibliotecas físicas y digitales no es una tarea sencilla. Ser lector implica muchas veces convertirse en ermitaño y anhelar la comodidad del útero del hogar cuando se está afuera porque nos espera un libro en la repisa. A veces el libro va con nosotros, pero el tiempo no alcanza ni siquiera para avanzar dos o tres páginas en el día. Hay distintos chistes en el mundo del internet acerca de que cuando se crece tienes que pelear con uñas y dientes para leer esos libros que antes ni siquiera podías comprar y te da risa, pero también duele esa honestidad con que se comparte un Homero Simpson llorando o un gatito triste, pero un oficinista en el metro con un libro en la mano también trae esperanza consigo.
Existe un puñado de resistencia en robarle el tiempo al sistema para las pasiones personales: leer en el camión al salir de la oficina, robar los “tiempos muertos” para escribir sobre el amor a la literatura, para googlear a tu crush literario y mostrárselo a tu mejor amiga. Hay resistencia en prestar libros, aunque sepas que así has perdido algunos, en hablar un poco de tu trauma del momento y lograr que alguien se interese en posar los ojos en aquellas palabras que te hicieron temblar de pasión, risa o llanto.
Leer es un acto solitario, pero compartir tus lecturas es uno generoso, a veces incluso más para el que dialoga que el que escucha: contar cómo te pasaste de tu parada del camión por una novela hilarante en la que aparece un gato negro que anda en dos patas, habla, come zetas, toma vino y hace fechorías; luego escuchar de regreso que ese libro sobre un perro, cuyo narrador es él, hizo llorar a alguien; que te digan que pusiste “la vara muy alta”, todo eso no tiene precio, todo eso no te lo puede quitar el capitalismo feroz ni la vida ocupada que implica ser adulto.
En esta ocasión tenemos a dos lectores generosos en El Mechero: Edgar A. G. Encina y Ezequiel Carlos Campos, quienes a través de un ensayo comparten con nosotras y nosotros un pedacito de su biblioteca personal, de sus filias, de sus experiencias con la literatura zacatecana. Como suele suceder siempre que se recomienda algo, pueden o no estar de acuerdo con ellos, pero les aseguro que, además de estar dispuestos al diálogo, tienen argumentos impresionantes de su haber como coleccionistas de experiencias estéticas.
Con su libro La Biblioteca Zacatecana. Colección de 30 libros determinantes, estos dos generosos lectores-autores, además, nos regalan el libro virtual que ustedes pueden descargar gratis, aunque sea por curiosidad, para saber qué escritores y libros zacatecanos están en su estante de imperdibles. Esperamos que disfruten de este libro, que tengan momentos oportunos para la lectura de ésta y otras obras. No lo olviden, leer es un acto de resistencia, de postura política y juntos ¡incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero