Por: Diego Varela de León.
Hoy compartiremos un tema por demás importante y que mucho tiene que ver con el tema de la prevención, a manera de abordar el tema de forma sencilla y sin profundizar, hablaremos de la sociología criminal la cual es una disciplina humanista y científica que trata de hallar una guía de investigación e interpretación para los hechos y fenómenos de corte social que se observan en el contexto del Estado Social en la construcción de normas culturales y jurídicas, y el tema que nos ocupa respecto a la prevención y relaciones sociales, tema por demás importante que nos permite dilucidar un poco la sociedad en la que vivimos y en consecuencia percatarnos de las condiciones bajo las cuales se rige la estructura social de la que indiscutiblemente somos parte.
El Estado ha sido concebido como noción, concepto y ente, desde las diversas corrientes de pensamiento se han ideado las formas en que este ha de manifestar su poder para organizar la sociedad, ya sea desde la coerción o desde la promoción de la prevención constructora de paz y armonía social. También se han ideado otras opciones como la de construir el Estado desde la cotidianeidad, esto es cuando la población participa y contribuye a la formación de las instituciones que fueron creadas para sus servicios.
Diferentes ideólogos, preocupados por estudiar al Estado, han intentado ver cómo se pueden lograr mejores resultados que se desprendan de las estructuras sociales: mejores condiciones de vida, lineamientos más accesibles que regulen la interacción y las relaciones sociales, aparatos que garanticen la seguridad social, etc., dependiendo de qué se quiere como régimen de Estado en su enfoque político, humano y sobre todo social, y lo social aparece como el resultado de la vida humana con los demás, conforma y transforma al hombre. El hombre no nace social, se hace social, pues desde que nace forma parte de grupos humanos, siendo el primero la familia para que posteriormente se vaya incorporando a otros grupos, como la escuela, sus pares, la iglesia, entre otros. Las personas mantienen relaciones sociales a partir de la participación social, ocupa un status, cumple roles y modelos indicativos de comportamiento (pautas), es decir, participa activamente de la vida social. Esto implica que el hombre es miembro de una sociedad determinada, con todo lo que ello significa principalmente en la adopción de una cultura en común.
Mientras que Anthony Giddens asentó que “La Socialización es el proceso por el cual la criatura indefensa se va convirtiendo gradualmente en una persona consciente de sí misma, con conocimiento y diestra en las manifestaciones de la cultura en la que ha nacido” para Craig Calhoun, Donald Light y Suzanne Keller, “La Socialización es el proceso de adquisición de creencias, normas y valores que se esperan socialmente de nosotros como miembros de una sociedad o grupo social particular.
Sin duda el entorno en el que vivimos nos marca las pautas y conductas a seguir, indiscutiblemente somos producto de esas pautas y roles que se nos han impuesto como “buenas” y “malas”, dictadas por las principales instituciones como la familia, la religión, los grupos sociales de los que formamos parte y por supuesto el estado como ente regulador de las conductas. Igualmente las nuevas estructuras globales nos marcan cambios de manera acelerada, estructuradas en bloques económicos, que sin duda moldean el devenir de la sociedad de forma vertiginosa.
La sociedad ha experimentado cambios en todos los estratos sociales y en muchas ocasiones los que más recienten esos cambios sobre todo los económicos, son los grupos de menores ingresos económicos que los vuelven vulnerables, pues los viven y padecen de una o de otra forma, y al verse desprovistos de los modos y formas de vida “legales” muchos toman el camino equivocado citando desde los más “sencillo” como venta de piratería, comercio informal u obligados a realizar otras actividades menos propias y riesgosas para hacerse llegar de recursos para su subsistencia, de ahí la importancia de los gobiernos que tienen la visión de primero los pobres que sin duda forma parte de los factores de riesgo, y al proveerles de los medios y modos lícitos de vida mediante programas de impulso a la económica familiar es un buen inicio de prevención para las entropías y vicisitudes que los grupos más vulnerables padecen.
Hoy muchos de los cambios están en la propia sociedad, debemos aprovechar la apertura que tienen los gobiernos democráticos en la coparticipación social, donde sin duda esa participación estará dada en el interés que la propia ciudadanía imprima en hacer cambios sustantivos en nuestras formas y modos de transitar sobre la autopista de una cultura de legalidad y esa decisión está sin duda en cada uno de nosotros y releía en torno a lo anterior un artículo denominado “Prejuicios”, escrito por Juan José Millás en el periódico El País, el viernes 5 de diciembre de 2003, donde asienta que: “A veces las ideas son como esos zapatos viejos que nos resistimos a tirar porque resultan comodísimos. O como ese sillón en el que dormimos la siesta desde hace veinte años y del que no estamos dispuestos a desprendernos de ninguna manera. Hay ideas que de tanto usarlas han adquirido ya la forma de nuestro cuerpo, que se acoplan a nuestras necesidades como un útero. Dentro de ellas no nos puede pasar nada, y por eso las defendemos a muerte. Lo malo es que, en la misma medida que nos protegen del entorno hostil, nos limitan. Por ello, hay que tener el valor de cambiar de zapatos, de desprenderse del sillón, de poner en cuestión las opiniones que utilizamos como un dogma de fe para protegernos de la incertidumbre”.