MOISÉS OROZCO FRAUSTO
Todo imperio construye los mitos que lo justifican. No solo eso, también estos mitos sirven para promover sus valores fundantes. Basta ver cómo los romanos actualizaron el mito de Ares, un dios irracional, poco venerado, no muy querido por los griegos, y lo convirtieron en Marte, un dios también guerrero, más estratégico, noble y triunfador, adaptándose mejor a sus necesidades imperiales.
Los mitos actuales ya no se propagan por poemas épicos, ahora se usan los medios masivos de comunicación. Las series y películas se han convertido en los nuevos cantares de gesta. La industria cinematográfica estadounidense es la máquina de propaganda más efectiva de la historia. A través de su cine han sido capaces de proyectar poder blando y, en su esfera de influencia, construir una potente narrativa en favor de sus intereses.
Y pocos géneros reflejan los valores estadounidenses como el cine de superhéroes. Con estas ficciones han manufacturado un sentido común basado en la individualidad, la libertad y la democracia, todos estos conceptos leídos en clave liberal y nunca, bajo ningún motivo, cuestionando los modelos políticos y económicos que causan las graves desigualdades y problemas de la realidad. Basta recordar cómo en Iron Man 2, cuando el malvado estado regulador cuestiona a Tony Stark sobre el poderoso armamento que posee, él responde con un poco sutil: “Yo privatice la paz”.
En la narrativa burguesa anglosajona, el bien se configura sólo como la preservación del status quo. En otras palabras, la única forma visible que asume el mal es el atentado a la propiedad privada. Esto ocurre antes de la consolidación del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), ya desde la saga de Batman de Nolan vemos esta interpretación reaccionaria del mito del superhéroe.
Bien lo hacía notar Zizek al hablar de la tercera entrega de esta serie: “Aunque los espectadores saben que Wayne es mega-rico, tienden a olvidar que su riqueza proviene de la fabricación de armas y la especulación en el mercado de valores, que es la razón por la que los juegos bursátiles de Bane pueden destruir su imperio – traficante de armas y especulador, ese es el verdadero secreto bajo la máscara de Batman”.
Eric Sadin, en “La era del individuo tirano: el fin de un mundo común”, afirma que el neoliberalismo, como ideología dominante, ha degradado todas las formas de organización colectiva, convirtiendo a la sociedad en un conjunto de soledades donde las reivindicaciones se hacen únicamente desde el individuo. El capitalismo de mercado pletórico nos ha convertido en banqueros de nuestra propia cólera. Esto explica la incapacidad para construir proyectos políticos que cambien las condiciones materiales de la clase trabajadora y el ascenso de populistas que ofrecen soluciones simples y contundentes contra quienes los individuos consideran los villanos de sus propias historietas. ¿Y no es el superhéroe la representación del individuo que, en solitario, hace uso poder y violencia para enfrentar a quien se opone a su voluntad y valores?
Y aunque claramente es peligroso este nivel filosófico de las películas de gente con poderes en trajes de spandex, hay aspectos menos sutiles en que estas películas sirven al poder de EUA. La relación entre Hollywood y el Complejo Militar Industrial es el secreto peor guardado de la industria.
El ejército gringo gasta millones de dólares, presta equipo y ofrece especialistas a las producciones de los films siempre y cuando sean retratados de manera positiva en campaña. Es muy fácil notar como en la películas de Marvel los militares siempre son mostrados como una fuerza benévola, que lucha por el orden y, por tanto, deberían tener la potestad de con total libertad, sin importar la soberanía de otros países.
Como dice Miguel Ángel Civeria en su ensayo sobre la ideología de Marvel: “Las películas del UCM a menudo van más allá y quieren establecer una identidad entre las fuerzas armadas estadounidenses y los superhéroes. Iron Man yendo a Afganistán para ejecutar personalmente a los terroristas, los Avengers irrumpiendo en Sokovia para tomar el cuartel de Hydra, el Capitán América dirigiendo un equipo para localizar criminales en Nigeria, o más recientemente, Sam y Bucky viajando por medio mundo en busca de los Flag Smashers. Son casos de héroes traspasando fronteras y pasándose por el culo el derecho internacional para atrapar a los malos”.
Finalmente, y como guinda de este pastel de imperialismo yanqui, el modelo tan agresivo que Disney tiene para monopolizar las salas de cine con cintas del UCM desplaza cualquier otro tipo de propuesta fílmica.
Quienes se ven más afectados por estas prácticas predatorias terminan siendo las producciones locales e independientes que no tienen la potencia mercadotécnica para competir contra presupuestos millonarios de los blockbusters. Esto fagocita otras expresiones culturales, provocando una homogenización artística, ficcional y discursiva, que pone en peligro nuestra capacidad para imaginar alternativas de mundo.
Estados Unidos vive un crisis social y política, producto de sus contradicciones internas; tiene abierto muchos frentes militares al rededor del globo; está siendo rebasado económicamente por China; pero, a pesar de esto, en lo que se trata de propaganda sigue siendo la indiscutible superpotencia.