ENRIQUE GARRIDO
La gula, uno de los pecados capitales, es ese deseo desbordado por devorar, consumir. La poeta argentina Laura Rivero escribe: “Con frenesí y con angurria, /aunque en su cuerpo no entre/ todo aquello que consuman, /comerán hasta el hartazgo/ ¡Porque el gusano disfruta! /Ansiedad inexplicable, /cruel y abúlica conducta”. Controla, domina y somete, quien la sufre es esclavo del placer, no conoce límites. En Filipenses 3:19, se lee “el fin de ellos será la perdición, su dios es su estómago, su gloria se halla en su vergüenza, y piensan solamente en lo terrenal”.
La oscura Francia, a finales del siglo XVIII, era un vertedero insalubre y con condiciones de higiene muy precarias. Algunas ciudades, incluyendo París, no contaban con un sistema de alcantarillado, por ello, las aguas residuales se arrojaban a las calles. Época de perfumes que enmascaraban los olores de la realeza, 1772 atestiguó el nacimiento de uno de los seres más intrigantes que parece sacado de las fábulas infantiles que buscan generar miedo.
Tarrare, un francés de Lyon, se caracterizó por poseer un apetito insaciable y hábitos alimenticios inusuales (polifagia). Abandonado por su familia, tuvo que vagar por las calles en compañía de ladrones y prostitutas. Su voracidad extrema lo llevó a consumir objetos inusuales como corchos, piedras, animales vivos (gatos, serpientes, lagartos y cachorros, y tragó anguilas enteras sin masticar) e incluso una canasta completa de manzanas como parte de un espectáculo ambulante, su único medio para poder sobrevivir en el contexto de la Guerra de la Primera Coalición.
Volvamos al presente. La Oxford University Press nombró a brain rot (podredumbre cerebral o putrefacción cerebral) como la palabra del 2024, derivado del deterioro mental causado por el consumo excesivo de contenido trivial en línea. De acuerdo con algunos estudios, su uso aumentó un 230 % entre 2023 y 2024, marcando una creciente preocupación social. Según The Guardian, el uso excesivo de redes sociales y el consumo compulsivo de contenido de baja calidad (desde noticias sensacionalistas hasta teorías conspirativas y entretenimiento vacío) puede, literal, reducir la materia gris en áreas cerebrales críticas para la toma de decisiones, el control de impulsos y la atención sostenida, similar a los efectos de adicciones como el alcohol o las drogas.
Veamos, las redes sociales se convirtieron en verdaderos vertederos de basura digital. Quizá haya joyas; documentos, películas o conferencias, pero ¿en realidad se consumen? El panorama no luce alentador, pues los jóvenes pasan entre 5 y 8 horas diarias frente a pantallas, afectando su rendimiento cognitivo y capacidad de atención, pero también los adultos presentan comportamientos compulsivos de consumo digital.
La historia de Tarrare nos invita a pensar en el consumo excesivo, no sólo de comida, sino de contenido en línea. Dentro de esta gula digital consumimos maltrato animal, cuerpos mutilados, violencia, miedo, narrativas peligrosas, racismo, saludos nazis de Musk, sexualización, vacío, sin sentidos, placer, capitalismo, consumismo, publicidad, mucha publicidad. Algunos expertos recomiendan limitar el tiempo en las pantallas, priorizar actividades físicas y sociales, consumir contenido educativo de calidad y fomentar políticas que regulen el diseño adictivo de las plataformas digitales.
Tarrare murió en 1798 en Versalles, en la peor de las miserias, pero antes, el general Alexandre de Beauharnais decidió aprovechar sus habilidades para fines militares, empleándolo como mensajero del ejército francés. Tarrare tragaba documentos, atravesaba las líneas enemigas y los recuperaba de sus heces en territorio seguro. Se trata de la metáfora perfecta, los glotones digitales tragan, sin masticar, mucho contenido y lo desechan en ideologías que reproducen en comportamientos sociales, prejuicios raciales, fanatismos irracionales que pudren poco a poco lo que queda de humanidad.