Por Lizbeth Dueñas
Parte 1 de 2
Diego, que actualmente reside en la capital del estado de Zacatecas, a sus veintisiete años nos conversa sobre su trayecto artístico siendo uno de los jóvenes creadores con visibilidad en el estado; además, nos narra su diversa travesía y vocación pasando por la profesión del tatuaje que ejerce en su propio estudio, sus influencias del Street Art percibidas en su obra y su paso por la licenciatura en artes de la UAZ, de la cual es recientemente egresado. Nos inmiscuimos en la intimidad de un artista veinteañero, donde la percepción propia se ve inundada de dudas, complejos y visualizaciones de un futuro incierto, un futuro que, apenas a seis meses de ser egresado, se abre en infinitas posibilidades. En sus descripciones podemos encontrar sus dificultades, sus motivaciones, su sentir y su pictórica visión de la realidad que plasma en cada aspecto de su vida, al visitar su estudio artístico y de tatuaje podrán dar cuenta de cómo empapa de sí mismo su entorno.
Lizbeth Dueñas: En la presente entrevista, me gustaría saber más que nada tu camino, influencias y perspectivas; a pesar de aún ser joven, tienes una trayectoria y estilo marcados. ¿Cómo consideras que ha sido tu trayectoria antes y después de la escuela de arte?
Diego Leija: Yo siento que a penas que salí de la licenciatura voy a empezar a trabajar bien y empezar a construir una trayectoria, pero ha sido de mucho aprendizaje, prácticamente desde que decidí estudiar las artes para dedicarme en un futuro a ello fue hace unos siete años, cuando tenía veinte… diecinueve o veinte, y empecé con el tatuaje, en un estudio profesional; el tatuador se llama Aldo Landeros, también fue el que me empezó a enseñar a dibujar, ahí había libros de arte que él tenía, unos ocho, y los empecé a leer todos. Empecé a pintar, entonces siento que desde ese momento hasta ahora que salí de la licenciatura he estado nada más aprendiendo, aprendiendo a usar las herramientas, las técnicas, cagándola, cagándola mucho, a prueba y error. Hasta el momento presente siento que ya cuando hago una obra la hago con más certeza, ya no me fijo tanto en la técnica, sino plantar la idea que quiero desarrollar y el conocimiento previo que tuve en estos siete años, de cuatro años de licenciatura, pues ya hace que ahorita me estén saliendo obras con mayor calidad y no sólo calidad en el producto visual, sino también en la calidad de montarlas, qué papeles comprar, qué pinturas usar, cómo usarlas y cómo presentarlas también, cómo cuidarlas, cómo empezarlas a vender, a quién ofrecérselas y exponerlas. Entonces siento que mi trayectoria apenas va a empezar, ya como artista y como profesional del arte; siento que los siete años anteriores fui “alguien que estudiaba artes”, era un alumno aprendiendo, aunque nunca se deja de aprender en el arte, pero pues no soy un novato o un aficionado, ya estoy centrado en lo que estoy haciendo.
También lo que me ayudó mucho de la escuela, y aparte de la escuela, es que yo me he rodeado, por suerte o por decisión consciente o inconsciente, de personas que son “másters” en su área, por ejemplo Aldo Landeros, que me enseñó a tatuar y a dibujar, es de los mejores tatuadores de México, es el “tatuador de tatuadores”, el tatuador de artistas, está muy cabrón; me he rodeado de Karina Luna, maestra de escultura en la licenciatura, mucha gente, como no convive con los artistas, no se imagina la magnitud que tiene su trabajo, Karina también es muy pesada, es de las mejores escultoras de cerámica a nivel nacional, es muy reconocida al menos en Zacatecas, en el ámbito de las artes profesionales todos la conocen, ha sido una persona que ha impulsado muchos proyectos, como la escuela de restauración, el taller de la licenciatura, ahorita empezó a impulsar la academia de artes visuales, programas de arte y cultura que llevan a otros municipios, y tiene obras muy grandes y reconocidas que son íconos de los lugares donde están instauradas. Entonces, pues la vida me ha rodeado de esas personas, me ha hecho querer seguir sus pasos, no en un sentido estricto de seguir su estilo, pero de esa disciplina, esa constancia, esa seriedad en el arte, no de que “pues yo estudié artes nomás porque me gusta el arte”, “no, pues, yo estudié artes porque no sé hacer otra cosa”, yo creo que en eso me impulsó mucho la escuela, en conocer a esta persona y en el criterio teórico, en el saber apreciar otras disciplinas artísticas que no me gustan, pero reconocerlas como obras de arte aunque estén culeras ja, ja, ja, eso me lo enseñó mucho el profe Renny, a hacer un criterio muy sólido para que no cualquiera venga y me cuente. Estar cuatro años en la licenciatura, rodearme de banda que piensa igual que yo y que se toma el arte en serio, por ejemplo, en cuestión del arte, pues sí me intenseo machín y eso está chido.
LD: Yo soy de la idea de que cada artista es una representación de sus maestros, que realmente a quien le aprendes en el arte y en pensamiento, es la ideología que, como tal, cargas durante todo tu trayecto artístico. Por lo que me platicas, veo que la escuela que aprendiste se orilla más hacia el arte mercantil, la profesionalización del arte para su remuneración y, de igual manera, una fijación sobre la disciplina del trabajo, ¿Cómo influye esto en tu vocación?
DL: No, si fuera arte mercantil estaría haciendo realismo o abstracto. Es más bien gente que se toma muy en serio su trabajo, que hace obras que ni si quiera piensas en cuánto valen, y cuando las acaban ni si quiera piensas en cómo darlas, lo que estás pensando es que cuando las vea alguien se lleve las manos a la cabeza y cuando las vea un crítico se quede callado. Y es lo que pasa con estas dos personas que mencioné anteriormente, siempre ver el dinero o la venta del producto como medio, pero no la finalidad. La finalidad es hacer el trabajo y pasarte de verga y más bien es eso. Ya en cuestión mercantil, pues fue más interés mío de aprender porque no nos enseña nadie a vender nuestras obras, y es lo que estoy aprendiendo por mí mismo, en cuestión de ellos es la disciplina constante, de trabajar, de estarte exigiendo siempre, de no conformarte con “ya sé esto y ya, me conformo” o hacer obras feas, mal hechas, y decir que estoy experimentando, es como asumir “la cagué, porque pues soy ignorante, me falta mucho trabajo”, porque siempre vamos a estar experimentando. Fue ver eso de esas personas, tener esa disciplina y ese criterio en su mismo trabajo, pero también la mente abierta para apreciar a los demás y pues no conformarse con un nivel del uso de las herramientas o de una técnica. Entonces yo creo que me influye en ese sentido, que la finalidad de cada obra que se hace o cada proyecto artístico sea hacer lo más chido, hacer lo mejor que se puede, aprender de los errores, pero no justificarme.
LD: ¿Podrías contarme un poco sobre cómo encontraste tu vocación? ¿Qué despertó el interés?
DL: Lo despertó como todos, creo que todos los niños dibujan, pintan y se embarran las manos, pero yo vivía en un barrio que se llama Las Margaritas, al lado de ese barrio está el museo Manuel Felguérez; yo iba a cursos de verano ahí, de artes, me enseñaban a pintar, a dibujar; no nos enseñaban, más bien nos decían “mira, aquí hay pintura roja y blanca, ponle esto, ponle poquito rojo al blanco y se hace rosa”, juega, pinta. Eso fue mi primer acercamiento a un museo, yo ya dibujaba en mi libreta, dibujaba con colores, con lápiz, con crayolas, después empecé con esos cursos y pues a los ocho años yo me empecé a integrar a la cultura del hip hop, y dentro del hip hop hay elementos o ramas artísticas, entre ellos está el graffiti, y empecé a grafitear con mis amigos, a grafitear ilegalmente. Empecé a conocer lo que era el aerosol, plumones, rastrillos, crayolas, stickers. Ese mundo me empezó a atraer y después lo abandoné, desde los quince a los veinte. Me empecé a desinteresar por cosillas de mi vida o palabras de gente y ya, cuando estaba en prepa, llegó la pregunta: ¿A qué te vas a dedicar? ¿Qué vas a estudiar? ¿Qué vocación quieres tener?, o alguna especialidad que quieras. Me fui por el lado de la gastronomía o de los negocios también, pero como a los diecinueve volví a comprarme una libreta, a estar haciendo mis graffitis, dibujos, y una amiga mía, que en ese momento era mi novia, me dijo que por qué no hacía un dibujo y lo tatuaba. Entonces ahí empezó a darme la curiosidad del tatuaje. Mientras estaba en gastronomía empecé a dibujar más y me volvió a nacer ese Diego de niño que quería pintar, dibujar, hacer esculturas de plastilina; todo lo relacionado con las disciplinas artísticas porque también bailaba breakdance y me gustaba crear música. Entonces me volvió a nacer ese sentimiento por querer ser artista y me lo empecé a impulsar yo mismo. Yo me sentía viejo en ese entonces porque yo ya veía a vatos, compañeros míos que nunca dejaron eso, que dibujaban muy chido, hacían murales o graffitis bien padres y viajaban, entonces yo veía con algo de envidia y resentimiento, pero a mí mismo, por haberlo abandonado y dije “le voy a dedicar”, empecé a tatuar, a enseñarme en un estudio. El que me enseñó me fue introduciendo más hasta que llegó un momento en el que estaba en una plática con mi papá y tenía que ir a un banquete, ese banquete era como eventos de bodas y así, yo era cocinero. Mi papá me dijo “oye, te hablaron de aquí, que vayas”, yo le dije “ah, qué hueva” y me dijo “cómo que qué hueva, luego de qué vas a vivir, de qué vas a mantener a tu familia”, y yo le hice así como simulando que estaba tatuando o dibujando, y me dijo “a qué estás jugando, qué haces estudiando gastronomía, trabajando de cocinero si en un futuro quieres dedícate a eso”, y ahí fue como el momento “canon”, la gastronomía me hace feliz, me da mucho gusto hacerla, pero como trabajo no me veía diario cocinando porque era muy mal pagado. Entonces ahí decidí dedicarme a este pedo del arte y el tatuaje. Más bien del tatuaje, luego entré a una carrera parecida, que era diseño gráfico. El primer día mi mamá me dio ride a la escuela en la mañana y me dijo “yo pensé que siempre ibas a estudiar algo relacionado con las artes, porque siempre te gustó eso, cuando dijiste gastronomía pues a mí se me hizo raro”, ahí fue como otro sape de realidad, ¿por qué abandoné esto? Empecé a estudiar diseño gráfico, ahí aprendí muchas técnicas, creo que aprendí más técnicas ahí que en la licenciatura en artes, entonces estaba conjunto con el estudio de tatuajes, estar ahí dibujando y diseñando. Ya después empecé a ver que era muy cara, y yo me la pagaba; se me iba mucho el dinero en pagar las mensualidades, los materiales, no veía que yo me comprara mis máquinas de tatuar y todo lo que se necesita. Y dije “tengo que buscar algo que se le parezca mucho, pero en la UAZ”. Un maestro de la licenciatura en diseño, era egresado de teoría del arte, me platicó, fui, me informé y entré.
LD: Justo como mencionas, tu obra pictórica se ve altamente influenciada por el graffiti y el Street Art, haciéndolo incluso un estilo, dándole visibilidad en el mundo de la academia, ¿cómo es vivir el Street Art y cómo lo adjuntas en tu obra?
DL: Yo creo que nunca ha sido intencional, simplemente pues pinto, o lo que sea que haga, y la gente lo ve y lo menciona; porque por ejemplo el graffiti no es arte, ni pretende ser arte; el muralismo sí es arte, pero más bien me he dejado guiar por la corriente del graffiti ilegal, del querer tener pertenencia en una ciudad, de la rebeldía, justificada o injustificada; de tomar el entorno y apropiárselo con una marca que es mi persona, mi nombre, mi seudónimo; y en las influencias del muralismo porque me gusta mucho como vanguardia o como momento histórico del arte en México, y los artistas que participaron, que tiene un poco de sacar el arte a las calles para no hacerlo exclusivo, creo que en ese momento es cuando el graffiti en México agarra eso y lo empieza a poner, pero con una combinación del graffiti de los gabachos. Yo en mis obras no sabría decirlo en qué momento tomo el lenguaje de hacerlo callejero y no hacerlo un lenguaje más académico o de caballete; pongo mi realidad, cómo la interpreto y la plasmo, creo que hay dos tipos de realismo, el realismo como técnica que es trasladar algo a un lienzo, idéntico a lo que está ahí, y el otro es el realismo como vivencia, poner alguna situación real dentro de una pintura, por ejemplo a veces que veo una pintura de una chava sentada, viendo una flor y ella tiene alas y no sé, no me llama mucho la atención, no me explota la cabeza, se me hace más una decoración para un juego de una feria. Pero ya cuando lo he transmitido en mi lenguaje, siento que pongo lo que veo, las situaciones de otras personas incluso, o situaciones que yo viví en cierto punto y me dejo guiar por el graffiti, tal vez el muralismo, y a mí me gustan mucho los cómics, la animación, la magia que tienen las historietas, la exageración, los adornos y los efectos, los pongo en las obras. Así sería como construyo mi lenguaje visual, aunque no lo haga con la intención, a final de cuentas así sale.
Y, por ejemplo, es un poco raro que yo soy muy grafitero para los artistas, y soy muy artista para los grafiteros, entonces, como que soy un híbrido. Trato de mezclar las dos cosas, a fin de cuentas, soy parte de las dos y así lo interpreto.
LD: Existe controversia social sobre el graffiti, si es arte o no lo es, si es vandalismo o expresión, sabiendo eso, ¿consideras que no es arte? Y ¿cómo trasladas el caligraffiti a tu obra?
DL: Obviamente todo es subjetivo, va a haber grafiteros que lo consideren arte y lo defiendan, y otros que no, al menos el mío no pretende ser arte, más bien podría caber como una experiencia artística, porque es una metodología que incluye una técnica o una herramienta que es la pintura acrílica, ya sea líquida o en aerosol; incluye plumones, dibujos, estampas; ya que se considere arte por una academia o por un gremio pues es distinto, pero el graffiti no necesita ser reconocido por una academia porque nosotros mismos nos reconocemos, es algo muy callejero. La escuela es la calle y los maestros son a veces el amigo que empieza a ser la influencia, o ir en la calle y ver pintado el nombre de alguien y que te influya a hacer lo mismo. Es como un método de reconocerse, de tener identidad, hacerse de una identidad fuera de tu contexto social, entonces no necesita ser arte, sólo es una experiencia artística de catarsis, de pintar por pintar. Hay una estética obviamente, porque hay calidad en el graffiti, hay estilos en el graffiti, pero no necesita que se le reconozca por academias. Igual lo acompaña su contexto social de venir de un barrio, porque ahí es donde se da esa cultura, por lo general en México es una cultura fácil de adaptar, que no te discrimina, entre comillas, porque pues ya los mismos que están en la cultura discriminan a otros que quieren entrar, pero no necesita ser arte. Sobre el caligraffiti creo que hasta el momento era a veces de querer escribir y no hacer formas figurativas, entonces pues yo no soy escritor, ni pretendo serlo y no me gusta casi escribir, es muy raro si escribo. Pero hay obras que necesito que tengan letras atrás, y empecé a estudiar la caligrafía gótica, los glifos, el lenguaje, me metí a unos cursos y luego empecé a estudiar el estilo de letras chicanas, muy de Los Ángeles en Estados Unidos, que mezclan el tag con la caligrafía y de ahí viene la caligrafía abstracta, y ahorita ya se adoptó como caligraffiti, se abreviaron esas dos palabras, y las integro por eso, porque hay veces que necesito decir cosas con letras y no tanto con una escena de personajes y objetos, era la necesidad de decir las palabras escritas.
El graffiti o el arte tienen intención, depende de la que le ponga quien va a hacer la pieza y a la mejor hay un grafitero que dice “yo estoy haciendo esta pieza y es arte” y bueno, tendrá que calificarla y que cumpla los requisitos para donde va intencionada la pieza, el arte igual, por ejemplo, retomé el graffiti ilegal a los veinte, hasta ahorita estaba haciéndolo en puros lugares gubernamentales. No me gusta rayar casas, ni negocios locales, porque yo lo veo como darle en la madre a alguien, a su negocio, que lo pintó, le batalló, gastó dinero, igual la estética de una casa. Se siente como una invasión al lugar. Yo lo veo así, mi intención no es dañar, es más política, darle en la madre estéticamente a edificios gubernamentales o lugares comunes como puentes, carreteras, lugares turísticos, hoteles, empresas grandes, esa es mi intención…
Fotografías cortesía de Diego Leija.