Por Gibrán Alvarado*
Hoy nos parece normal tener la posibilidad de acceder a cualquier acontecimiento en tiempo real, tenemos al alcance gran parte de la información necesaria para visonar lo que sea. Esto sucede con la mayoría de eventos deportivos, desde el campeonato mundial de natación en Fukuoka, Japón hasta el Mundial de Fútbol Femenil en Australia y Nueva Zelanda, con un click o por medio de una plataforma tenemos acceso a las transmisiones, análisis, comentarios y resúmenes, podemos seguir el marcador minuto a minuto en Google o en X (Twitter) y es algo a lo que nos hemos acostumbrado pese a que hace pocos años no era tan sencillo de obtener.
Tengo 31 años y recuerdo que mientras cursaba la secundaria asistía con mi papá al restaurante Condesa, en la Avenida Juárez del centro de la ciudad, cercano a lo que ahora es la Casa Municipal de Cultura, para ver partidos de la Copa Libertadores de América, que en ese tiempo se transmitían por FoxSports, pocas personas de nuestro entorno tenían televisión por cable y acudíamos, junto a otros parroquianos, a ver el futbol. Algo parecido sucedía con mis amigos de adolescencia, éramos seguidores de la lucha libre norteamericana de la WWE y sus especiales de pago por evento, que se transmitían con una semana de retraso en 52 MX, nos reuníamos en la casa de nuestro compañero que tenía acceso al canal, incluso llegamos a hacer “cooperacha” para pagar un evento y verlo en vivo.
Hoy es diferente, los sábados despierto temprano para ver en Paramount+ la Premier League y en la red hay varias páginas que transmiten variedad de deportes, incluso en los idiomas de origen, como suelo ver la Serie A italiana. Todo normal, pero a finales del siglo XIX, cuando el cine estaba despertando y, como escribí en la columna anterior, mentes como la de Georges Méliès irían revolucionando y dándole otro sentido al invento reciente. Esto sucedió con The Corbett-Fitzsimmons Fight (1897), de Enoch Rector, quien grabó una pelea de box y después fue distribuida en varias ciudades, para el asombro de la prensa y los espectadores, era posible ver el acontecimiento deportivo en las semanas posteriores a su realización, era una especie de “estar ahí”, observando los movimientos de los púgiles, tener las imágenes de la victoria o la derrota, y eso, junto con el nuevo formato denominado “Veriscope”, que tenía una anchura de 63 mm, pese a que los filmes de la época usaban 35 mm, todo esto fue una gran revolución que abonó para propiciar un espectáculo de masas al amalgamar varios intereses de la gente.
El efecto de Encoh Rector sigue vigente, quizá se ha actualizado a la transmisión en vivo, pero también seguimos asistiendo a observar eventos que ya pasaron. Hay personas que asisten al cine para ver el Monday Night Football, la final de la Uefa Champions League o conciertos de algún artista de moda. La experiencia va más allá del acontecimiento deportivo y tiene que ver con ese momento para desconectarnos (o así debería ser) por algunas horas del mundo exterior, me parece necesario que retomemos ese ritual de darnos el espacio y el tiempo para disfrutar las imágenes frente a nosotros.