POR: SARA ANDRADE.
Insisto en Twitter porque es la red social que he escogido como mi casa en la vasta geografía del Internet. No, no quiero discutir las implicaciones de eso al respecto de mi salud mental, pero sí quiero discutir la particular experiencia de buscar “Zacatecas” en esta aplicación (o página web, dependiendo de qué tan cerca o lejos esté tu fecha de nacimiento del año 2000).
Me intriga siempre el saber cómo es que soy percibida a través del Internet. Tengo una presencia digital en casi todas las redes sociales (menos en LinkedIn, por supuesto) y cada una pide algo diferente de mi alma: Instagram me pide fotos tomadas con el equilibrio preciso entre el casual desinterés y el conocimiento preciso de la regla de los tercios. TikTok me pide mis minutos a cambio de dopamina inmediata. Facebook me pide no olvidarlo, pero lo hago de todos modos.
Lo que sucede con Twitter es que su particular estructura que imita a una inmensa ágora del siglo XXI permite que puedas acceder a conversaciones que no te incumben y a pequeños submundos a los que no entrarías en la vida real sin estar fuertemente armado. Así es como he descubierto comunidades chispeantes y vivas de furris, hackers suecos y fans de Star Wars. La peor escoria de la Galaxia, diría sir Alec Guinness,
Así que le doy clic al hashtag #Zacatecas y desde las stoas me dispongo a leer las noticias más relevantes del momento: aparecen los tuits de Puntos Suspensivos, de los diarios estatales, algún que otro video de nuestro amado líder, diciendo que le gustan mucho las gorditas zacatecanas. Hay fotos de paisanos en algún municipio del estado, documentado su breve regreso a su terruño. Luego, un usuario con un nombre y muchos números por delante escribe un tuit que no sé interpretar inmediatamente: algo sobre operativos especializados en la sierra, algo sobre “otro muertito”, algo sobre “otra viuda”.
Entro al agujero de conejo antes de pensarlo dos veces. Al parecer, escondido entre el resto de nosotros, hay fanboys de los cárteles del narcotráfico que documentan el paso de estos criminales, como si se trataran de idols coreanos. Cuentan sus aventuras, suben sus fotos con los cuernos de chivo, anuncian que ahora estarán a Durango y suben videos de gente a la que están a punto de ejecutar, alardeando de su superioridad frente a otros cárteles. Estos son, realmente, el ARMY del CJNG, o de cualquier grupo delictivo de su preferencia.
Me sorprende encontrar que, por supuesto, en el mundo hiperconsumista, hiperconectado en el que vivimos, hay espacio para que los cárteles que aterrorizan al estado puedan hacer vida social en Twitter, como el resto de los simples mortales. Me sorprende que me sorprenda. En el ágora de Elon Musk no importa que seas percibido positiva o negativamente. Lo que importa es que sigas alimentando el algoritmo de contenido cuyo propósito es atraparte y no dejarte ir.