Por Carolina Díaz Flores
Desde que el hombre se organiza en sociedad para sobrevivir, el trabajo ha sido la herramienta mediante la cual se obtienen bienes para garantizar la subsistencia del individuo y aunque el comportamiento del ser humano ha cambiado sustancialmente desde entonces, se mantiene dicha función. El origen etimológico de la palabra trabajo, revela perfectamente cómo se concibió inicialmente a esta actividad, la raíz de la palabra trabajo es tripalium, que hace referencia a un yugo compuesto por tres palos, en los que se amarraba a los esclavos para azotarlos. Es decir, de manera inicial, el trabajo era una actividad con una altísima carga mental y colectiva negativa; sin embargo, los cambios ideológicos, sociales e institucionales han determinado que actualmente, el trabajo sea concebido por el imaginario social como una faceta activa de la vida humana, que provee de identidad, bienestar y plenitud a los individuos.
Con el nacimiento del Estado, en todas las civilizaciones el trabajo tuvo grandes cambios, pues la presencia de un órgano administrador generó nuevas necesidades, tanto para los trabajadores, como la los empleadores y el gobierno. Una de estas civilizaciones, que destaca por su gran complejidad en cuanto a administración del trabajo fue Egipto, donde surgieron los escribanos como una ocupación de carga intelectual, con ello sobreviene la necesidad de áreas como la geometría, álgebra (para calcular desniveles en los canales de agua), meteorología (para predecir las crecidas del río Nilo) y la astronomía (para planificar las labores de agricultura). Todas estas funciones tienen un gran valor para el colectivo, pues gracias a estos trabajos, la comunidad satisface las necesidades más apremiantes (alimentación y supervivencia en general). Además, en Egipto el Estado determinó una forma de trabajo obligatorio llamado corvea real, que consistía en que todas las clases sociales (incluido en faraón) debían realizar determinado tiempo de trabajo, quienes no lo hicieran así debían pagan una cuota al Estado con conseguir quien lo realizara por ellos (solamente los sacerdotes y trabajadores funerarios estaban eximidos de realizar la corvea real).
Dos Estados que enriquecen significativamente históricamente la relación entre trabajo y necesidades administrativas, son Grecia y Roma, que, en contraste con Egipto, se consideraba que las personas libres no debían realizar trabajo físico, pues era una actividad que producía una degradación social para el individuo, de este modo se configuró el esclavismo como la solución a la necesidad de trabajos de carga física. Mientras que el trabajo psicosocial y mental se supravaloraba, las dos ocupaciones más beneficiadas de esta percepción social fueron los escribanos y los líderes políticos.
En este sentido, es evidente que el trabajo es una parte fundamental para que las personas gocen (o no) de salud física, pero también mental, pues el valor social del trabajo y la protección a factores de riesgos psicosociales disminuyen la probabilidad de que el individuo padezca enfermedades de salud mental, pero lamentablemente, esta protección es desigual dependiendo de la profesión, contexto, ingresos, etc. y aún hoy en día, esta distinción de valor social del trabajo y protección a la salud se mantiene.