Salgo de mi casa y frente a mí se encuentra el Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”, tomo mi bolsa y camino con dirección al mercado y, un poco antes de llegar, los niños de primaria salen con mochilas monumentales de la escuela que lleva también el nombre del poeta. Si voy al Centro Histórico me puedo sentar junto a él a observar las campanas de la Catedral y si llevo prisa –como sucede frecuentemente- tal vez tome una de las avenidas principales de la ciudad: adivine el nombre.
Este nombre con apellidos, y casi como si fuera una sola palabra compuesta, es parte de la identidad colectiva de nosotros los zacatecanos: crecemos con este nombre, nadamos entre las calles y avenidas que nos recuerdan al vate y hasta vamos a su casa a escucharnos en el pozo. Es muy seguro que por lo menos una vez en la vida escolar aprendiéramos un fragmento de la Suave patria, es muy probable que en algún rinconcito de nuestra memoria permanezca un par de versos o palabras aprendidas a causa de la erudición del poeta.
Sin embargo, es ya un poco más grandes, cuando nos enfrentamos al resto de su prosa y poesía, que nos damos cuenta de la verdadera experiencia estética: Ramón y yo, Ramón y ustedes, y el diálogo que hay alrededor de la zozobra, el amor, la salida de Ítaca, la permanencia del canto del “zenzontle impávido” que también recuerda las postales de casa de mi abuela y, como esto, tantas imágenes y cadencias que no son fáciles de transportar en una humilde presentación de un suplemento cultural.
Desde la tradición clásica, el poeta lleva el sino de ser intérprete, de trasladar las palabras divinas a las mundanas, de llevar el conocimiento de un escenario a otro. Aquí un poeta que emigra las letras de otro bardo a su propia esquina del mundo: Nuno Júdice lleva un rinconcito de Jerez, Zacatecas y México a la lengua de Pessoa y Lispector. Esto llevó a galardonar con el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde al también ensayista portugués por “internacionalizar” los cantos a Fuensanta, a los fantasmas dolientes y al piano de Genoveva.
Queridos lectores, les invitamos a sentarse en una banca de cantera, en un jardín con cantos de golondrinas y palomas, a tomar una taza de café de olla o cerca de una iglesia donde repiquen las campanadas; tome asiento, en interiores le mostramos un rostro distinto –más humano y menos escultura- de nuestro poeta jerezano.
Edgar G. Encina nos enfrenta al proceso editorial y de publicación del bardo, de las conexiones entre un editor, el escritor y la publicación, así como del transcurso de las decisiones que se transforman en palabras y luego en libros. Así mismo, Marco Antonio Flores Zavala –quien además es una gran fuente de inspiración para quienes conformamos el equipo de El Mechero– nos abre la cortina para ver –hacia dentro y hacia afuera- que Ramón también era un ávido lector: de su época, contemporáneos, clásicos, poesía, política, periódicos y revistas; es decir, López Velarde, sobre todo, era un lector del mundo.
Eunice Cervantes nos trae un pequeño bocado sobre quién es Nuno Júdice y qué fue lo que lo llevó a recibir este galardón en la ciudad de cantera y plata.
También, como siempre, no nos puede faltar una poco de poesía y en esta ocasión les traemos enredaderas y lilas en los versos de Irene Ruvalcaba. Para continuar con aquello del proceso lector y de cómo es que nos enamoramos de las palabras y las historias, Ezequiel Carlos Campos nos presenta “El boom de aprender y leer”.
De igual forma, siguiendo la línea de las experiencias como lectores y escritores, nos trae Daniela Albarrán una aguda y contundente crítica desde el género con “De Woolf a Dahlia de la Cerda: repensando el cuarto propio”, porque sabemos que tener una habitación propia ya no basta y muchas veces ni siquiera eso es posible.
Sin embargo, si de mujeres con voz incendiaria hablamos, les dejamos una cobertura especial desde Juárez, Chihuahua, de la presentación de Yo también quiero un hombre para hacerlo mi puta, de Karen Cano, a través de los ojos y letras del querido Juan Ortega.
Para cerrar con broche de oro, les dejamos también nuestra esperada y subversiva colaboración de Óscar Édgar López con “Sonata azul del suicida”, una interpretación artística de El ahorcado de Naomi Lisbeth Torres.
No lo olvide, ¡incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero