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No hablarás de tu hirsutismo
Primero fueron los de la barbilla,
luego los del bajo vientre
y después algunos delicados alambres
esperanzados por la leche.
Ahora, hasta en mi entrepierna
y en los dedos del arraigo
me crecen estos pelos gordos.
¿Será que lentamente alcanzo mi sueño
de convertirme en el viejo cactus
que ha ido creciendo con paciencia
cada uno de los blancos destellos
que sostienen y abrigan
una vida a la intemperie?
*
Mecánica de la miopía
La otra mañana
alcancé a divisar una hoja
flotando en una pequeña alberca.
En una mezcla de inercia,
curiosidad y aburrimiento
la saqué.
Pero no era una hoja, sino un insecto
aturdido. Algo como un saltamontes
con estrías color rojo, sobre ancas
de un verde metálico.
No sé lo que hice. Si rescaté al insecto
de una rápida y silenciosa muerte por asfixia
o si privándolo de la levedad del agua
lo convertí en abono; peso muerto
sobre un poco de tierra seca.
*
Manual de pesca para ateos
1 Haga un primer lance de reconocimiento. Si encuentra
la más mínima alteración, deténgase: el más sutil rasguño
al ego puede ocasionar una gangrena. Pero no se asuste,
es normal sentir temor ante la identidad oculta en el agua.
2 Prepare y lance la carnada. Con tijeras, recorte
los chakras que irradian fuego a esa vieja forma suya,
e insértelos en el anzuelo. El vacío será ocupado por
la angustia, una secuela apenas, el rastro vago de
su implosión. No se asuste. Se ha buscado dentro,
cuando yace atrapado afuera.
3 Abroche su cinturón, discipline el pulso y evite enredos:
estamos a punto de picar. Pelee con calma, sin drama,
y disloque la narrativa de la que es presa. Agarre a ese
tiburón tigre que rumia en el agua profunda de sus adentros.
4 Plántese firme a cubierta mientras tira de su línea:
un pez cuanto más grande, más pelea por su vida;
se inmola sin darse cuenta. Recobre el señuelo y
desnude, vuelta a vuelta, el origen de su deseo muerto.
Misterio en el cajón de la ropa interior, donde ha ido
arrojando la vergüenza y el dolor mal tratados.
5 Cuando haya doblegado al pez, intente no vomitar y
fabrique un pequeño recorte con forma humana. Luego,
atraviese con hilos, que dan la impresión de movimiento,
a su nuevo yo. Anime la mirada sin fondo que agoniza
en su plato:
¡Usted es la pesca del día!