Infrutescencia
De niñas nos ponían a pelar garbanzo
Llegaba el abuelo con verdes ramas sobre su cabeza
(esa imagen todavía besa mi memoria)
Cruzaba el umbral de la puerta con la diversión de vacaciones
y ponía las ramas en el suelo para irse al taller a trabajar
Nosotras aplaudíamos alegres al ver las ramas
Nos abalanzábamos
pelábamos las guasanas verdes
las comíamos
jugábamos a ser útiles en casa
Cinco niñas retando la rudeza de la planta cubierta,
llena de pelitos y bichos para alejar depredadores diminutos
Yo era más grande que cualquier hormiga
Era la prima más grande que dirigía el juego,
la reina de la colonia
Cinco niñas descubriendo el trabajo de campo
la chinga de alimentarse con los medios propios
Al final, la tía nos pedía los garbanzos que quedaron
los cocía para la cena
póngale salecita y pa´dentro, mija
En la mesa el abuelo nos felicitaba por haber trabajado tanto
a veces nos daba veinte pesos para todas,
y con eso comprábamos tortillas con sal
que comíamos enrolladas
Las hojas y los palos restantes de la rama
los llevamos al tiradero del patio
lleno de germinaciones y duraznos muertos
Ahí aventado y simple
se volvía fértil la tierra
Antes todo tenía su función
Y los gusanos de la rama
los usábamos como personas
en castillos de hojas secas de elote
Los sentábamos ahí,
entre camas sillas cazuelas amores dinero de elote
Sentados los gusanos viendo las cosas que ni ellos,
ni nosotros, necesitábamos.
(2020)
El endulzamiento
Ya lo sabía desde antes:
con miel se atrae objeto amado
Llené temprano un frasco
dentro de él un nombre y un deseo y una lágrima y un sueño
Entonces dije tu nombre muchas veces
En vez de ti,
vino la miel a hablarme
pero no supe entender su lengua de flora y libo.
(2021)
La mutación
Dos granjeros mayores se casaron en el 56, en un Japón apenas reconstruido. Con la rutina y el trabajo se perdieron los besos, el arrullerío antes de dormir, la inquietud que al principio los unió. La esposa perdió la vista después de un tiempo, en la guerra había sido obligada a prostituirse. Se convirtió en una piedra ciega y frágil. El esposo, atormentado, pensó alguna solución para que las piedras vieran. Se le ocurrió una noche tranquila. Durante dos años, plantó flores todos los días sin pausa. Sembró esas flores que su esposa no recibió de joven. La flor más aromosa para que su mujer fuera feliz, que oliera el color rosa por todos lados. Pasó el tiempo. Hoy el jardín de su casa es un lugar público. La mujer es una piedra que sonríe. El hombre es inventor. Actualmente, miles de visitantes acuden a ver dos espectáculos: las flores rosas y la mutación.
(2021)