Gibrán Alvarado
Siempre me ha parecido interesante el traslado de las realidades narrativas a la pantalla, es evidente que no siempre se cumplen las expectativas, considero que en ese aspecto radica la maestría del guionista o el director en turno. Llevar lo escrito a fotogramas requiere una capacidad no sólo visual, sino estética y analítica para impregnar de sentido simbólico las secuencias, es necesario ir más allá de las imágenes y esto es lo complicado, replicar la esencia de una obra, sobre todo si se trata de referentes cumbre de la literatura universal.
Pier Paolo Pasolini es un cineasta irreverente, con una visión ácida, crítica de la sociedad, en su filmografía se pueden rastrear las obsesiones que persigue, y pone sobre la mesa, por medio de guiños sutiles, sus juicios. En su trilogía de la vida, compuesta por El Decamerón (1970), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974), hace uso de los referentes literarios de tres culturas diversas, Giovanni Boccaccio, Geoffrey Chaucer y el autor anónimo de los cuentos orientales son el punto de partida. Estas obras se caracterizan por su estructura segmentada en breves relatos que se van entrelazando, a veces usando la puesta en abismo, una historia dentro de otra historia, dentro de otra historia, se narran los sucesos que se encabalgan a través de una temática o dan continuación a la noche precedente.
Pasolini pone su foco en algunas historias específicas de cada obra, los capítulos de cada filme llevan al espectador, de inicio a fin, tras el seguimiento de un personaje en una situación determinada, los “cuentos” que se narrar y describen a través de las imágenes ponen de manifiesto su crítica a una sociedad acomodada y reflejan en el vulgo la “terrible inocencia” de las criaturas de dios. La iglesia, sus “prohibiciones” y designios de control cumplen un papel relevante en los primeros dos filmes, pero lo que destaca en la trilogía, así como en más películas del director, es el sexo como punto de inflexión, de dualidad entre la vida y la muerte.
El espectador puede quedarse con el elemento literal de las escenas explícitas de la trilogía, la simpleza de las relaciones carnales entre personajes; habrá que indagar en los preceptos establecidos de cada relato, la apariencia y el origen de cada uno de los implicados en las escenas, la función que desempeña el sexo dentro de la trama. Pasolini retoma tres obras literarias que fungen como un antes y un después en la tradición occidental, Pasolini se otorga la libertad para interpretarlas y moldearlas a través de su universo visual y narrativo, queda en el espectador dar sentido a los relatos y a sus escenas, llenas de carne, llenas de vida y muerte.