Por Ana Guadalupe Rodríguez Mancha
Era una tarde soleada de 1882 en la que el famosísimo médico alemán, carismático y amante de la microbiología, Robert Heinrich Hermann Koch (Robert Koch), conocido por muchos como “el cazador de microbios”, presenta en Berlín el hallazgo de un bacilo, de menos de 10 micras que pudo observar en un fantástico microscopio, como causante de la tisis o peste blanca; enfermedad mortal que atacaba 7 de 10 personas a mediados del siglo XIX, cifras que no se aleja a nuestra realidad, ya que actualmente la tuberculosis se encuentra entre las 13 primeras causas de muerte por enfermedades trasmisibles en el mundo.
La tuberculosis, tisis o peste blanca es una enfermedad infecciosa, causada por una bacteria llamada Mycobacterium tuberculosis o bacilo de koch en honor a su flamante descubridor. El microorganismo es obligadamente aerobio (puede vivir o desarrollarse en presencia de oxigeno), se transmite a través de gotas de aerosol expulsadas por una persona infectada y puede invadir pulmones que es la forma más común o de forma extrapulmonar atacando riñones, meninges, ganglios, genitales, articulaciones, etc., que afortunadamente es menos frecuente pero más agresiva.
Entre los síntomas y signos más comunes de la infección pulmonar se encuentra la tos con flema persistente por más de 15 días, que puede acompañarse de sangre, fiebre o sudores nocturnos, pérdida de peso, cansancio, dolor torácico y falta de apetito. Los factores de riesgo más importantes para contraerla son la desnutrición, alcoholismo, adicciones, problemas inmunológicos, condiciones de vivienda deficientes y el hacinamiento. Al tener la sospecha de infección por esta mycobacteria se debe hacer el diagnóstico con la muestra seriada de 3 baciloscopias (muestra de esputo) y cultivo de koch; si es positivo iniciar inmediatamente tratamiento supervisado por 6 meses sin suspenderse y esto es totalmente gratuito en cualquier clínica de salud.
Si detectamos un paciente con diagnóstico establecido de tuberculosis pulmonar, lo primero que hay que hacer es entenderlo, comprenderlo, apoyarlo y no marginarlo, evitar la propagación del bacilo con el uso de cubrebocas y mantenerse en aislamiento hasta el inicio del tratamiento, evitar los lugares concurridos, no compartir utensilios como cubiertos o vasos, evitar el hacinamiento y no suspender el tratamiento para evitar la resistencia a medicamentos.
Actualmente, se conoce como prevenible la forma más severa de la enfermedad: tuberculosis meníngea, con la aplicación de la vacuna BCG al nacimiento, pero las demás variables permanecen listas para atacar. Si la tuberculosis se detecta a tiempo y de manera oportuna, garantizamos una esperanza de vida mayor y de calidad para los pacientes infectados. Recuerda caras vemos, bacterias no conocemos, mantente alerta y acude a tu médico de familia para más asesoría.