JOSÉ JUAN ESPINOSA ZÚÑIGA
Para Mr. Woody Allen,
de parte de un admirador.
—Es una lástima que no existan los viajes en el tiempo. Los científicos de nuestro siglo, al igual que sus predecesores, han descubierto e inventado tantas cosas, menos lo que ahora necesitamos. Me pregunto si el proyecto de la máquina del tiempo acabó como una pelotita de papel en un cesto de basura. ¡Por Dios! estos tipos inventaron la bomba de hidrogeno, la inteligencia artificial, los viajes a la luna, el control remoto… simplemente no logro comprender cómo pudieron desperdiciar su tiempo en asuntos menores. Yo soy un simple psicólogo social al que su mujer ha abandonado por no poder cambiar un bombillo, a decir verdad, no tengo ni idea de la fontanería, la carpintería y los otros talentos de mi sexo. Si pudiese viajar a 1951 quemaría mi diario y suspendería mis clases de gimnasia. Yo tengo un pretexto, muchos, pero cuál es el de los genios. Le soy sincero, la respuesta a su problema se encuentra en el pasado. Tiene que aprender a vivir con ello.
Escuche, nada sobre dos pies hubiese podido predecir su condición. Su apuro no tiene remedio. Usted es más que un fenómeno, su mutación demuestra la teoría más grande que nuestra especie ha podido idear: en verdad no existe ninguna certeza sobre nada. Dígame, usted qué diría, lo siento, he olvidado que no puede hablar, qué haría si a mitad de la noche un hombre sin cabeza tocará a su consultorio. Estoy seguro que le hubiese azotado la puerta frente a sus narices, bueno, frente a sus zapatos. Si lo he dejado pasar es porque sé que aquí ocurre algo fantástico, y no ha ocurrido nada fantástico en está habitación desde que logré traer a una alumna del colegio donde laboraba. Usted debería de estar muerto y no aquí preguntándome por el descuento que hago a los clientes nuevos. ¡Por Dios, usted no tiene cabeza! Estoy seguro de que el universo está enviándome una señal a través de usted. El desconsiderado ha esperado a que me hipotecaran la casa.
Es increíble que haya podido sobrevivir todos estos años sin cabeza. Es verdad que la mayoría de las personas suele utilizarla muy poco y está demostrado que se puede vivir sin ella, el asunto es que usted realmente no tiene cabeza. Aguarde, ¿y cómo es que ha podido conseguir ese traje de tres piezas de la firma Hilton & Schultz? El señor Pochsny no me deja pasar del timbre, ah, pero espere a que la ciudad se entere de su gusto por las medias femeninas y los labiales escarlatas, veremos quién deberá quedarse en su casa soportando los gritos desde la acera, ¡ja!, ya me imagino el rostro de ese asqueroso barril cuando todos se burlen de lo ridículo de sus corpiños, pobre Pochsny, hasta lo compadezco.
Poniéndonos serios, usted es un milagro, claro, si Dios fuese una certeza. En todo caso aquí hay magia. Ha violado las reglas de la naturaleza, por los menos las que hemos estado enumerando desde que controlamos el fuego. Pero dejemos los conceptos por un momento, son como la arqueología, un día nos dicen una cosa y al siguiente otra. Puedo comprender que haya conseguido trabajo como docente de tiempo completo en la Universidad, incluso que lleve puesto ese bonito traje de lana, pero hacer ese perfecto nudo cape con su corbata es una verdadera hazaña. Yo casi pierdo mi dedo meñique al intentarlo. Señor, permítame decírselo, usted entero es un enigma.
Me disculpo por haberme apoderado de las palabras, aunque supongo que usted no hubiese podido hacer mucho. Sabe, no me gusta leer. Las personas creen que por mi profesión y por llevar estas grandes gafas me he leído centenares de libros, que me gradué con honores, lo cierto es que la gente no tiene en cuenta los provechos de reunir en una sala universitaria a una fina botella de bourbon y a un comité conformado por marxistas. Se lo juro, en cuanto leí su notita me comenzó una terrible jaqueca. Le seré franco, más que atribulado debería sentirse afortunado de no haber nacido hace siglos, seguramente hubiese sido tomado como miembro de la corte de lucifer, juzgado y enviado al paredón sin cenar. Con suerte, iría de pueblo en pueblo como un saltimbanqui al que le tomarían el pelo facialmente, lo siento, lo siento… esa última broma ha sido involuntaria.
Sobre su consulta, le diré que el fin del mundo está lejos de ser el final. Yo, por ejemplo, si bien es cierto que comparto ducha con mis gatos, también lo es que he llegado a los sesenta y puedo hacerme un fleco envidiable. ¿Sabía que la mayor causa de alopecia en los hombres es el estrés que provoca comer los domingos con los suegros? Es cierto, me he resignado a no recibir baños de esponja y no comer pavo durante navidad, y le juro que conozco muchos idiotas que matarían por ello, sin embargo, yo voy con una sonrisa en la dirección contraria. Me levanto del sofá, pongo cera en mi cabello y no hay nadie gritándome a dónde y con quién voy a salir.
Otra vez el tiempo se ha ido volando, es una lástima que llegue el momento de que se vaya, aunque he de confesar que me resulta encantador que el tiempo no pueda rebobinarse y arrebatarme mis pensamientos de esta tarde. Quién lo hubiera dicho, después de todo usted no estaba aquí para hacerme comprender algo, tomando en cuenta que no dijo ni una sola palabra. En fin… mi consejo profesional es que se olvide de llevar sombrero. En todo caso, puedo recomendarle una excelente manicurista, tengo entendido que habla de posiciones tántricas mientras hace lo suyo.