ADSO E. GUTIÉRREZ ESPINOZA
Escribir una columna de opinión es, sin duda, un reto digno de un juego de espejos. Es como intentar cocinar un plato mientras te explican cómo cocinarlo, o como armar un mueble de IKEA sin las instrucciones, pero con la garantía de que, al final, todo encajará… o no. Pero, en el fondo, ¿no es eso parte del encanto de escribir una columna de opinión? Empecemos.
Paso 1: Identifica tu postura y abrázala… con humor
Lo primero que debes hacer al escribir una columna de opinión es decidir de qué lado del campo te vas a poner. Pero, no basta con elegir una postura; debes abrazarla con el entusiasmo de un fanático de fútbol en la final de la Copa del Mundo. Eso sí, hazlo con humor, porque una columna sin humor es como una fiesta sin música: puede haber comida y bebida, pero la gente se irá temprano.
Humor no significa contar chistes malos, sino encontrar la ironía en las cosas. Por ejemplo, si estás escribiendo sobre cómo escribir una columna de opinión, podrías hacer notar lo absurdo de la tarea. “¿Escribir sobre escribir? Es como dar clases de manejo a un taxista veterano; todos creen saberlo todo, pero nadie se atreve a admitir que sigue tomando curvas demasiado cerradas.
Paso 2: Sé claro, pero no aburrido
La claridad es fundamental, pero cuidado con caer en la trampa de lo obvio. Nadie quiere leer una columna que suene como un manual de instrucciones. Debes ser claro como el agua, pero tan refrescante como una limonada en un día de verano. Es decir, entrega tu mensaje de manera que el lector lo entienda de inmediato, pero al mismo tiempo, mantenlo lo suficientemente entretenido como para que no se aburra a mitad del camino.
Aquí es donde entra la ironía. Usarla es un arte, porque te permite decir cosas que en otro contexto sonarían demasiado simples o repetitivas, pero con un giro que las hace interesantes. Un ejemplo: “Escribir con claridad no significa aburrir; después de todo, la diferencia entre un buen libro de instrucciones y una novela está en los detalles, y en el hecho de que uno probablemente nunca lo leerás.”
Paso 3: El arte de opinar sin sermonear
Uno de los mayores errores al escribir una columna de opinión es creer que tu misión es evangelizar. No estás aquí para convertir a nadie, sino para compartir tu punto de vista de una manera que invite a la reflexión. Imagínate a ti mismo como un anfitrión en una cena: no estás imponiendo tus gustos, sino presentando un plato interesante que los demás pueden disfrutar o discutir.
Evita el tono dogmático; no hay nada peor que un columnista que se cree el dueño de la verdad. En su lugar, ofrece tu opinión como una sugerencia, un punto de partida para la conversación. Usa la ironía para restarle peso a tu discurso y permitir que el lector se acerque sin sentir que está siendo juzgado. Algo como: “Por supuesto, mi manera de escribir una columna es la correcta… hasta que alguien lo hace mejor.”
Paso 4: El ritmo lo es todo
Una buena columna tiene un ritmo, casi como una canción. No debe ser una letanía de ideas interminables, sino una serie de golpes que mantengan al lector interesado. Alterna entre frases cortas y largas, usa preguntas retóricas para mantener la atención y, sobre todo, no temas cortar cuando la idea ya esté clara. Recuerda: lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pero si te extiendes, asegúrate de que cada palabra valga la pena.
El ritmo también tiene que ver con la estructura. Empieza fuerte, engancha al lector con una idea provocadora o una frase irónica. Luego desarrolla tu argumento, llevando al lector de la mano, pero dejándolo siempre con la sensación de que sabe hacia dónde va. Y finalmente, remata con una conclusión que no sólo cierre el círculo, sino que deje algo en qué pensar. El objetivo es que el lector termine de leer y piense: «No estaba de acuerdo, pero al menos me lo pasé bien leyéndolo.”
Paso 5: El cierre, siempre con una sonrisa
Una buena columna de opinión debe terminar como una buena conversación: con una sonrisa. Esto no significa que debas forzar un chiste al final, sino que debes dejar al lector con una sensación de satisfacción. Un remate irónico, una reflexión final que cierre con elegancia o incluso una invitación a seguir pensando en el tema.