ADSO E. GUTIÉRREZ ESPINOZA
1. Todo cae por su propio peso, como el cuerpo de la víctima a un pozo, no se sabe quién hasta que lo encuentran, aunque su voz nos exige que encontremos al desgraciado que lo mató. Pobre de él, terminó su vida en el comienzo de la danza llamada Me llamo Rojo, aunque habría sido encantador ser esa víctima. Su muerte causó un desbarajuste que condenó todo un proyecto, además de que forzó el comienzo de un viaje por la cultura, la iconografía medioriental, las noches heladas de un Estambul antiquísimo y los sueños de un artista, Negro, que se ocultan entre ilustraciones, pecadores y vanidosos. Todo cae, es la promesa que deberíamos hacer cuando iniciamos Me llamo Rojo, una de mis novelas favoritas de Orhan Pamuk, el Nobel que fue una maravillosa sorpresa. Todo cae y vuelve a su sitio.
2. Me topé con la obra de Pamuk a partir de un juego que no quise seguir más, debido a la profunda crisis de no leer más literatura (ya no termino de leer las novelas, los poemas y los ensayos literarios, a menos de que haya una responsabilidad ahí). Llevo años en ese resquicio, aunque sigo leyendo ensayos, tratados filosóficos, manuales y artículos científicos sobre medicina, filosofía y artes. La literatura me desencantó. Irónico. Escribo una columna de opinión, pequeños atisbos de ensayos literarios. Irónico, no estoy diciendo que estoy peleado con la literatura, sino ya no he encontrado novelas y poesías tan vibrantes como las novelas de Pamuk. Es una tristeza que ya no logro establecer una empatía con obras literarias —por ejemplo, intenté (re)leer a Mariana Enríquez y sus obras son tan tediosas, dolorosas, como visitas al dentista (y eso que voy con regularidad con el especialista para mantener mi salud bucal).
El juego era simple, o algo así. Decidía que una cultura sería una suerte de invitada y yo me dedicaría a leer y consumir lo venido por artistas y autores de esa cultura. Pamuk fue quien comenzó ese juego y, durante los años subsecuentes, aprendí, incluso a la fecha el año nipón ha sido un descubrimiento fantástico y cada que puedo vuelvo para rescatar un resquicio de fe en la literatura y las culturas en general. Aclaraciones: no se trata de manga, anime, videojuegos y mujeres exuberantes, sino toda una forma en la que conciben su mundo y son conscientes de esa concepción, aunque no son arrogantes y simples como los occidentales.
3. Pamuk me llevó a los límites, a acercarme en esos resquicios en los que un hombre se cuestiona a partir del Otro, de dejar un poco de su identidad y acercarse a lo que otros dicen —¿cómo pensarán los turcos sobre, por ejemplo, los mexicanos?—, a pensarnos sobre los otros, como si ellos nos pensaran, en un ejercicio de desdoblamiento para entender hacia dónde íbamos.
La novela se desarrolla en un taller de miniaturistas en Estambul, donde los artistas trabajan bajo las órdenes del sultán para crear un libro ilustrado que celebre el poder otomano. Sin embargo, el proyecto está cargado de tensión: ¿deberían los artistas seguir las tradiciones islámicas, que prohíben la representación realista, o adoptar las técnicas occidentales de realismo y perspectiva?
Me llamo Rojo piensa así a sus personajes, desdoblamientos que se constituyen en un panorama antiquísimo, en el que se discute sobre el arte y la muerte, así como las dificultades del primero en una sociedad hermética y conservadora. Pensarse a través del arte y de la muerte.
Esa constitución de personajes se evidencian con sus voces. Es decir, Me llamo Rojo es una novela polifónica, en la que una o varias voces toman la batuta en cada capítulo para dirigirlo, no solo seres humanos, sino representaciones pictóricas, desde un perro hasta la propia muerte. Todas estas imágenes acompañan al lector en su viaje para saber y descubrir al asesino de un artista, pero también se convierte en un ensayo sobre las artes del Medio Oriente. ¿Qué camino va a tomar cada episodio?
4. Pamuk utiliza esta tensión para explorar preguntas filosóficas sobre la identidad y la percepción. A través de las disputas y dilemas de los miniaturistas, la novela plantea cuestiones sobre la esencia del arte: ¿es una imitación de la realidad o una interpretación subjetiva? ¿Debe el arte servir a la religión y la política, o puede existir independientemente de estas influencias? Estas preguntas resuenan no solo en el contexto otomano del siglo XVI, sino también en el mundo contemporáneo, donde las culturas globalizadas enfrentan desafíos similares.
5. Más allá de sus profundidades filosóficas, Me llamo Rojo también es una emocionante novela de misterio. La historia comienza con un asesinato: uno de los miniaturistas es encontrado muerto en un pozo. El sultán encarga a un artista llamado Negro la tarea de descubrir al asesino. A medida que Negro investiga, el lector es arrastrado a un mundo de intriga y conspiración, donde nada es lo que parece.
Pamuk maneja el suspenso con habilidad, manteniendo al lector en vilo mientras revela pistas y secretos a través de los diversos narradores. El misterio del asesinato sirve como una estructura que sostiene la exploración más amplia de la novela sobre el arte y la identidad. Esta combinación de thriller y meditación filosófica es uno de los logros más notables de la obra.
6. Pamuk no solo cuenta una historia, sino que también pinta un vívido retrato de la cultura y la historia otomana. El Estambul del siglo XVI, con sus calles bulliciosas, sus mercados y sus intrigas cortesanas, cobra vida en las páginas de la novela. A través de descripciones ricas y detalladas, el lector es transportado a un mundo donde la tradición y el cambio están en constante batalla.
El autor también utiliza la novela para reflexionar sobre la relación entre Oriente y Occidente. La adopción de técnicas artísticas occidentales por parte de los miniaturistas refleja las tensiones más amplias entre las influencias europeas y las tradiciones islámicas. Pamuk, un autor turco que ha vivido tanto en Turquía como en el extranjero, aborda estos temas con una sensibilidad única, proporcionando una visión matizada y profunda de las dinámicas culturales e históricas.
Los personajes de la novela son tan complejos y multifacéticos como la propia narrativa. Negro, el protagonista, es un hombre atrapado entre su amor por la hermosa Shekure y su deber de descubrir al asesino. Shekure, a su vez, es una mujer fuerte e independiente, que debe navegar los peligros y restricciones de su sociedad patriarcal.
Los miniaturistas, cada uno con su propio estilo y filosofía artística, representan las diversas facetas del debate sobre el arte. A través de sus voces, Pamuk explora las motivaciones y conflictos internos de los artistas, haciendo que el lector se cuestione la naturaleza del talento y la creatividad.
7. Me llamo Rojo es más que una novela; es una obra de arte literaria que desafía y enriquece al lector. Orhan Pamuk ha creado un libro que no solo entretiene, sino que también invita a la reflexión sobre temas profundos y atemporales. La combinación de misterio, filosofía, historia y arte hace de esta novela una lectura imprescindible para cualquiera que busque una experiencia literaria rica y compleja.
En última instancia, la novela nos recuerda que la belleza y el significado pueden encontrarse en las capas y detalles más intrincados de una historia. Como el trabajo de los miniaturistas que describe, la novela de Pamuk es una obra maestra que merece ser admirada y apreciada en toda su profundidad y complejidad.