Por Ezequiel Carlos Campos
Una parte importante de mis conocimientos literarios los he aprendido a través de escuchar, ver y leer entrevistas. Éstas son material importante en mi quehacer actual, las hago, las planeo, las edito, incluso las enseño. Hace algunas semanas, en mi taller de Creación Literaria que coordino, les propuse a mis alumnos realizar entrevistas y vivir la experiencia completa de un periodista. Antes de eso, leímos teoría y algunos ejemplos, para que ellas y ellos se dieran cuenta de cómo realizarla. Desde entonces, y después de revisar los resultados, me quedó la espinita de leer Aunque por su puesto terminas siendo tú mismo, de David Lipsky, un libro surgido de la convivencia durante cinco días con uno de los escritores más importantes para mí, David Foster Wallace.
Imagino a un Lipsky de treinta años y a un Foster Wallace de treintaicuatro. El primero llegando a casa del segundo, después de un viaje desde Nueva York a Illinois, y toparse con un sujeto que lo primero que dice es “por favor, déjate impresionar por mí”. Las y los que estamos apasionados por la vida y obra de Foster Wallace no nos sorprenden sus palabras. Tuve el placer de leer la biografía Todas las historias de amor son historias de fantasmas, de D.T. Max, y ahí comprendemos el porqué de esta respuesta y de otras similares a sus entrevistadores. Empezará un pequeño —pero largo— viaje entre dos escritores de una misma generación: uno periodista de Rolling Stone, otro uno de los autores más reconocidos en aquel momento (1996), después del fin de su gira por todo Estados Unidos en la promoción de la monumental La broma infinita. Una entrevista como huella histórica.
Una entrevista es de dos, en este ejemplo, uno que quiere algo mejor de lo que tiene y otro que quiere exactamente lo que el otro tiene, es así como se inicia el viaje, el diálogo entre los dos jóvenes. Lipsky cuenta que Foster Wallace hablaba en prosa, por lo que hacer la transcripción de sus cinco días juntos no fue complicado, aparte de que el autor de La broma infinita tenía la capacidad de hacer sus conversaciones como si estuviera dando una cátedra sobre cierto tema. En una entrevista hay inseguridades entre los dos protagonistas, pero se da más el caso que ese sentimiento se dé por parte de quien la hace, porque a lo mejor las preguntas no son tan intelectuales como para sorprender al entrevistado, o quizá el que la hace no tenga la capacidad de improvisación en el caso de que las preguntas no funcionen en su momento. Lo que vivió Lipsky con Foster Wallace fue el terror de éste por ser entrevistado, de darse a conocer, desnudarse y que la gente tergiversara sus palabras; un miedo a equivocarse o corregirse por lo dicho. Ese era David Foster Wallace. ¿Alguien puede imaginarse haberlo entrevistado?, ¿alguien pudo tener la fuerza para aguantarlo? Ese fue su tocayo, Lipsky.
Aunque por su puesto terminas siendo tú mismo es, como ya se dijo, el resultado de la entrevista —más que entrevista diría yo una visita, una charla de cinco días— entre Lipsky y Foster Wallace. Este libro empieza con una introducción, continúa con un prefacio y con un epílogo, que, si mal no me equivoco, es el texto que publicó Lipsky al suicidio de Foster Wallace en 2008. Cabe señalar que el producto de aquellos cinco días no salió a la luz, es por eso la necesidad de formar un libro entero con los resultados. Y qué mejor, porque lo más probable es que si lo hayan publicado se hubieran recortado muchas partes, ya que era mucha su extensión. Qué desgracia hubiera sido leer partes de esos cinco días y no poder conocer todo el resultado. En el epílogo, descubrimos que el autor entrevistó a la familia, amigos y escritores cuya devoción hacia Foster Wallace los hizo con la necesidad de contar algo, por lo que la entrevista, también en estos casos, es una acción de revivir recuerdos, de engrandecer la persona de un escritor y, también, de repensarse a sí mismos. Este libro intenta ser un registro de quién era Foster Wallace a los treintaicuatro años, de que todo le había salido bien al publicar esa novela, cuyo trabajo fue un gran reto, donde su autor puso todas sus energías disponibles en su momento —ya que en aquellos años su depresión no estaba tan mal— y que tenía un éxito envidiable, pero quizá no para él. Me imagino estando ahí, siendo yo Lipsky y tener la oportunidad de charlar con uno de mis autores favoritos. Ésta fue una entrevista de ensueño.