ASTRID CARRILLO GARRIDO
Puede sonar un absurdo celebrar a un objeto inanimado hecho de una cubierta de cartón y un montón de hojas a letra pequeña unidas en un extremo por un pegamento de un olor particular.
Ese olor particular… la combinación del papel, la tinta, pegamento, todo ese conjunto; quizás sea aquí donde comienza la experiencia, cuando tomo un libro entre mis manos, palpo las hojas con esa textura que desprende un polvo fino y se impregna la sala de su aroma.
Comienzo a leer y ese ser inanimado cobra vida y me permite conectarme con el escritor, me pregunto cómo hizo para imaginar esos mundos llenos de fantasía, cómo tuvo la astucia de describir tales aventuras y el valor que tiene para abrir su corazón de esa forma y expresar tantas emociones.
Descubro que me voy sintiendo igual, descubro que ese personaje se parece a mí y que el otro que describe es mi madre, mi amigo o ese gran amor soñado y a veces perdido.
Sigo leyendo y aprendo a amar, me reflejo cuando un personaje se enoja, miente y perdona. He cerrado la tapa porque la vida del exterior debe de seguir, pero en mí imaginación continúa una conversación donde me adentro en la experiencia que recién viví.
Ya no puedo parar, ese objeto inanimado ha cobrado vida a través de mí y se ha fijado para siempre. Definitivamente, ya no soy la misma ¡Cómo renunciar a la experiencia de vivir tantas vidas!, a la oportunidad de entender a los que me rodean aun cuando no he jugado su papel en la vida, otras tantas me ha abierto los ojos y me ha cobijado con un consejo, su silencio y comprensión.
Pude experimentar ser un viajero, vivir en la segunda guerra mundial, conocer a mis antepasados como cuando leí Malintzin y reconciliarme con mujeres que me dijeron que no eran dignas y hoy descubro su fuerza y la importancia de su legado. Conversé con seres inteligentísimos como Simone de Beauvoir, Viktor Frankl y Edith Eger que me regalaron su sabiduría; me enamoré con Jorge Issacs de la forma más romántica y cursi, vi el futuro de la mano de un visionario como Aldous Huxley quien en 1932 ya imaginaba la clonación, los antidepresivos y el TikTok.
Definitivamente un libro es más que un cúmulo de hojas: es una puerta a tantos mundos, mentes y emociones. Por eso espero que se encuentren uno en su vida, ese libro que los atrape y que no lo suelten nunca, ése al que le decimos que es nuestra biblia, que queremos que todos lean y no se cansen de hablar de él. Les deseo que sean grandes lectores.
23 de abril, Día Internacional del Libro.