JORGE L. CASTAÑEDA
Es común escuchar o en su caso leer en los discursos políticos y educativos lo imprescindible que resulta fortalecer e impulsar el desarrollo de la educación en el país y, en definitiva, lo es; adicional a esto, se suma el contemplar que representa un tema amplio y complejo que debe ser atendido desde mi perspectiva, con énfasis en ideas claras que desencadenen proyectos educativos a corto, mediano y largo plazo. En ese sentido y con la convicción de coadyuvar con este propósito, presento este espacio que pretende compartir reflexiones con base en personajes académicos, sus memorias, procesos educativos históricos y contemporáneos, así como de sucesos culturales, que simbolizan para quien suscribe, algunas de las principales contribuciones que han influido en el desarrollo educativo y cultural de México. Al respecto, me permito en ésta, mi primera columna, recuperar una de las acciones y su relación con un dato personal de José Vasconcelos de quien incluso, como ya lo habrás podido advertir, me he inspirado para dar nombre al inicio de este espacio, “La Casa del Pueblo”.
La versión histórica oficial, que suele ser, por cierto, reducida desde mi punto de vista, representa en muchas ocasiones la primera y única posibilidad de que niños y niñas, adolescentes y jóvenes mexicanos, conozcan y reconozcan antecedentes detallados que probablemente dan sentido a las decisiones, procesos y sucesos históricos y/o contemporáneos que han sido parte importante en nuestro país; al respecto, seguro estoy que de una u otra manera, has escuchado hablar de Vasconcelos, de este conmemorado personaje intelectual, escritor, político y educador quien dicho sea de paso, se desempeñó como el primer Secretario de Educación Pública en México.
José Vasconcelos, en su papel como Secretario de Educación Pública, procuró la creación de –La Casa del Pueblo- como un espacio escolar mexicano de carácter comunitario con la idea en términos concretos de impulsar el aprendizaje de la lectura, la escritura, las artes, la agricultura, oficios y artesanías en ciudadanos principalmente indígenas que hasta el año de 1923, se encontraban en rezago, en una situación clara y explícita de desigualdad social. Este dato histórico simplemente es sorprendente porque simboliza el deseo implícito y explícito de generar condiciones de desarrollo y bienestar para el pueblo a través de un proyecto educativo y por supuesto, revolucionario.
Es en este punto donde te expongo un dato que desde mi opinión es distintivo, partiendo del supuesto de que su forma de pensar, evidentemente tiene relación con su historia personal y formativa; aunque Vasconcelos nació en la ciudad de Oaxaca, su niñez la vivió en Piedras Negras, Coahuila, México, en donde no había escuelas, escenario por el que debía cruzar diariamente a Texas para poder asistir a una institución educativa. Imagina la experiencia tan enriquecedora que debió tener, al convivir con la cultura mexicana y la estadounidense; descifrando la cotidianidad dictatorial mexicana de la época y formándose académicamente en la norteamericana. Considero, pues, que la percepción que tenía sobre su nación como un pueblo sumergido en el olvido y analfabeta y la visión que delineó para contrarrestar esta problemática de desigualdad, en parte se debió a la experiencia binacional que experimentó desde su niñez; pero ésta, amable persona lectora, es sólo una breve reflexión que me ha parecido valiosa y que por supuesto, además de compartirla contigo, la pongo a consideración. ¡Hasta la próxima!