Por: Agustín Yen Hernández
Me quedo con la incertidumbre de haberte amado.
El mar se desborda sobre mis ojos y la marejada me arrastra al abismo marino.
No sé si volveré a ver el sol, no sé si escaparé a las fauces de los monstruos abisales.
En mi descenso, las medusas en forma de burbujas me acompañan.
La música de los corales se escucha lejana y el pulso de la sangre se aletarga.
No sé si volveré a amar, no sé si abandonaré esta mar.
Antes de llegar al lecho, ocultaré un pedacito mío en cada caracol y concha marina.
Para que las encuentren los náufragos o los pescadores y sueñen que son perlas encendidas.
Lentamente me convertiré en arena
Y me diluiré en la memoria.
Seré gránulos de olvido y de sal entre tus dedos.
Los cangrejos y las ostras me arrastrarán desgastándome.
Hasta que no recuerdes ni un suspiro de quien fui.
Sólo seré un recuerdo polvoso en el espiráculo de la ballena.
Imperceptible en la inmensidad azul de ambos lados.