
AGUSTÍN YEN HERNÁNDEZ
Hay un mar esperando por tus pasos,
Arrastras los pies, lento,
Entre la arena reseca,
Cada gránulo es palabra
Antiguas osamentas de ballenas
Blanqueadas al sol.
Cantos de sirenas petrificados.
Abismos marinos develados.
Al otro lado, me arrodillo frente al mar
Frente al mar que eres tú
La espuma baña tu costa,
En nácar renace la diosa.
El oleaje rompe contra el glaciar,
Los trozos de hielo flotan calmos,
Refractando iridiscentes rayos
Caricia salvaje del silencio.
Te alejas de mí, no te siento.
Navíos de todas las eras
Olvidados en las aguas infinitas
Repito tu nombre, eco incesante.
Te perdí un viernes por la tarde
Al mirar el ocaso,
El crepúsculo sobre las tejas
Resplandecía fulgurante.
Lluvia, lluvia, marejada incesante
Al primer día, al primer verso,
Al primer poema, al primer suspiro
Belleza perenne, inmarcesible.
No puedo asirte en un verso,
Palabras desarticuladas,
Imágenes del fin del tiempo
Apiladas en nuestras pupilas.
Estás ahí cada mañana,
Despuntando tus pétalos,
Colmando de rosados efluvios
Las atmósferas circulares
Es lo ordinario del mundo
Lo que se repliega ante ti,
Se consume desde adentro,
Braza perpetua de Prometeo.
Respiro
Diáfana luz de la tormenta
Respiro
Aire del deshielo de la montaña
Respiro
Brisa salada de ultramar
Respiro,
Humedad celular de tu bosque
Tu mirada es un campo
Infinito de flores
Dispuesto a mis manos,
Al instinto primigenio.
Converge en estuario aliento,
Río indómito de tus pasiones
Océano agreste de mis impulsos.
Haces de luz, pupilas dilatadas,
Caminas sonámbula sobre las aguas,
¿A qué huelen los sueños, si no es a ti?
¿A qué sabe tu nombre?
Mi boca te pronuncia, me delata.
Cada latido es sonido y silencio.
La ausencia de tu voz
Vértigo, infranqueable.
Mi palabra, la sal de la marea.