KAREN SALAZAR MAR
¿Dónde verla?
La exposición Vuelo de media noche se expone actualmente en la Casa Municipal de Cultura de Zacatecas.
Cuando la penumbra ha habitado ya, los objetos adquieren una dimensión distinta, los animales diurnos toman retirada y se abre la tierra para dar la bienvenida a los seres que habitan la noche. Mujeres enmascaradas, con cabeza de pájaro, danzan en la voluptuosidad, las aves rapiñas vuelan en círculos para dar la bienvenida a la aurora que comienza a crecer junto a los cactus y la tierra roja, graznan los cantos de la sombra.
Una luz nace de la frente de una mujer casa, en cuclillas toma un puñado de tierra y sirve de faro a los navegantes que no se alcanzan a ver, pero se intuyen, el contraste es tal que no hace falta una pincelada de color brillante para ser luminoso, pese a la obscuridad, las estrellas resaltan en la pequeñez de la perspectiva. Otra mujer se enraíza de los pies y desde los hombros, la pesadez que te ancla se contrapone a la liviandad de un cuerpo que parece levita. Salvo las ramas que tocan la tierra, ha perdido su gravedad, se eleva, se contorsiona, flota y permanece al mismo tiempo.
Esta danza de Vuelo a media noche nos revela el sentimiento que evoca una casa pequeña, un espacio que nos aprisiona, mientras nuestro cuerpo –que se agranda– sólo puede engarruñar los dedos de las manos y los pies: afuera hay un mundo con dos lunas y la libertad de las nubes no alcanza para dar envidia a un ave que está acordonado de las alas.
Esta danza nos oculta misterios nacientes del cabello, que se transmuta en cielo nocturno, nos esconde el rostro de dos cuerpos decadentes que se acompañan sentados desnudos, que reciben el baño de luna con los huesos salidos, las manos sin resistencia. Contrastan los fragmentos de las falanges con la elegancia de aquella otra que siente el poder de tener la luna como bola de cristal sobre los dedos, con el tacto de algo frágil, pero una actitud lúdica de quien juega con algo muy valioso, pero sin importarle demasiado que pueda resquebrajarse.
Lo tenue, velado y con líneas sutiles de Johard Medina contrasta con la intensidad y la exaltación en la pintura de Nathalia González, dos apasionados de los secretos. Uno es lo mesurado del canto de la noche, la otra es la explosión del descubrimiento justo en el ocaso: los colores nos recuerdan los amaneceres estridentes y peligrosos del naranja y amarillo. Tal vez, sólo por esta ocasión, las mujeres pluma alcanzan a ser descubiertas en el ritual y baile, contorsión y máscaras, sacrificio y juego. Mujeres, aves y cuerpos fueron revelados después del crepúsculo, en el resplandor póstumo a los Vuelos de media noche.